Por ROXANA MUÑOZ
Fotos DAVID MESA
DIANA ABOUGANEM:
Propuso vernos en el teatro. Llegó con la sonrisa y el entusiasmo que le conocen quienes trabajan con ella. Me invitó un café en el piso de abajo, saludó a la dependiente por su nombre y halagó las nuevas flores de la cafetería. Diana siempre está en el Teatro Pacific. Trabajando. Siendo parte de lo que permite que el show pueda continuar.
Nació en Canadá. Su familia se mudó a Perú y luego a Panamá, el país donde se convertiría en adulta, esposa, mamá, y en la productora más importante de musicales del istmo en el nuevo siglo.
A sus 64 años no teme probar cosas nuevas. Como universitaria, en México, puso un puesto de hamburguesas con unas amigas. Los fines de semana iba a Guanajuato a modelar zapatos. Eso le permitía obtener un dinero extra para salir.
Comenzó a producir cuando sus hijas habían crecido. No conocía el negocio. Disfrutaba de apoyar las funciones de sus hijas y su talento. Abrió el estudio de danza Developpé, que hoy es Studio 9. Años después sería socia del Teatro La Quadra. Su último gran logro fue la apertura del Teatro Pacific.
Entregar al público obras de calidad, con respeto por la gente y a los derechos de autor son sus reglas. Como productora, sus créditos han estado en obras como Un violinista sobre el tejado, El mago de Oz, Evita, Jesucristo Superstar, Cabaret, Chicago, La Bella y la Bestia, The Producers, Mi lugar favorito, Les miserables, El fantasma de la ópera, Rent y Los inolvidables. En julio sumará Los Rabanes.
Diana, directa y entusiasta, habla en esta entrevista sobre el teatro y su vida.
¿Cómo se interesó por el teatro?
En las clases de arte dramático del profesor Fernando Navas, en el Instituto Alberto Einstein. Muchos de mi generación y las siguientes fuimos influenciados por él. Nos puso en contacto con artistas como Blanquita Casanova, Pepe Sarsanedas y Roberto McKay. También nos acercaron a la cultura los profesores de español como Roberto Carrizo.
¿Quiso estudiar teatro?
Quise enrolarme en el Ejército en Israel, pero solo conseguí el apoyo de mis padres para estudiar enfermería en México. Estudiar
afuera fue un logro. Pero al regresar, debía obtener la idoneidad y ejercer en el interior del país. Mis hijos eran pequeños. Hasta allí llegó el plan de trabajar junto con mi esposo, que es doctor.
¿Cómo se animó a producir?
Bruce Quinn me preguntó si me gustaría producir. Siempre estuve apoyando las funciones de mis hijas, pero no había producido. Me asesoré con los mejores.
El teatro es trabajo en equipo. Mi primera obra fue La cucarachita Martina. Traje a los actores principales de La Colmenita en Cuba para actuar con niños de Malambo y el director hizo un ensamble maravilloso. Vendí las funciones por adelantado, algo que no se solía hacer. Por otra parte, he tenido condiciones que me favorecen como el apoyo de mi esposo.
Diana es una de las más importantes productoras teatrales que ha tenido Panamá. Sabe que el teatro cambia vidas y que es una voz que clama por una sociedad más justa. Por eso igual produce un musical de Broadway que un drama social escrito por un dramaturgo panameño. Cuando produce ella es amiga, orientadora, chef, cómplice y mamá de los que trabajan con ella. Diana aumentó su contribución a las tablas istmeñas cuando fundó, junto al escritor Benjamín Cohen, el Teatro Pacific, uno de los mejores teatros en Centroamérica”.
–Daniel Domínguez, crítico de arte
¿Cómo conoció a Bruce Quinn? ¿Él fue su maestro?
En el año 2000 él dirigía La novicia rebelde y a la vez dictaba clases en el Instituto Alberto Einstein, donde estudiaba mi hija. Él se acercó para preguntarme si ella podía hacer el papel principal. Luego trabajé con Bruce y fue maravilloso ser su aprendiz. Él me enseñó la importancia de pagar los derechos de autor y de honrar a tus patrocinadores. Mucha gente aprendió con él. También me dio otra lección: durante sus últimos días, con un Alzheimer muy avanzado, pocas personas lo visitábamos. Y yo pensaba en todo el aporte y la fama de Bruce, pero al final estamos aquí por un tiempo breve. Después de nosotros seguirán otros. Es algo que no debemos olvidar.
¿No teme empezar sin saber todas las respuestas?
Tengo que decir que he podido hacer esto porque tengo las condiciones y un esposo que me apoya. Pero, creo que el que no se moja no cruza el charco. En 1989, Panamá estaba en crisis y fui a buscar trabajo en bienes raíces. El que me entrevistó me preguntó: ¿Has trabajado en bienes raíces? No, le dije. ¿Has vendido? Tampoco. ¿Y cómo pretendes vender bienes raíces? Le contesté: No tienes nada que perder, tú pagas por comisión y si no vendo, no cobro. Puedo no saber algo, pero lo puedo aprender. Así ha sido con la producción musical. Siempre he sido osada.
¿Por qué hacer musicales?
Siempre me gustó el espectáculo. En las funciones de mis hijas apoyaba detrás de escena. Recuerdo, de niña, en Perú, ver los shows del tío Johnny. Los musicales tienen todo: danza, actuación y música. Por otra parte, mientras mis hijos eran chicos yo casi no salí del país. Oía a otros contar que habían ido a Broadway y visto esta u otra obra. En cierta forma quería tener algo así en Panamá para mí y para tantos otros.
¿Cómo surge el musical ‘Los Rabanes’?
Mónica Guzmán, quien coproduce la obra, los conoce y quería hacer algo con ellos y su música desde hace tiempo. Lo pensamos juntas. Benjamín Cohen es el director y escritor, quien ha hecho un gran trabajo. No es una historia de ficción basada en su música, es la historia de ellos. La de unos artistas que han tenido que superar muchas pruebas, como un Emilio Regueira que perdió a sus padres a los 8 años. La perseverancia y amistad del grupo los ha unido. La gente en Panamá los quiere mucho.
En ‘Los Rabanes’ hay seis coreógrafos, ¿cómo surgió esa idea?
Generalmente se trabaja con un solo coreógrafo. Yo trabajo muy bien con Melina Samaniego y Ricardo Moreno. Pero se nos acercó una coreógrafa interesada en participar y pensamos ¿por qué no hacerlo con varios coreógrafos? Sumamos a Emily Orillac, Jossie Jiménez, Moyra Brunette y, por supuesto, Mónica.
Es un buen reto y da la oportunidad a otros profesionales.
¿Cuál es el trabajo y la gratificación del productor?
El productor tiene que pagar a todos. Pronto entendí que había que vender las funciones con antelación. Usé lo aprendido en ventas y he esperado largas horas para hablar con patrocinadores. Y una vez vendida la función, tiene que ser de mucha calidad para que el público hable de ella. Ver la sala llena es la satisfacción del productor.
Una crítica que le hagan con frecuencia
Que digo lo que pienso, sin filtro.
Una crítica injusta sobre el teatro
Que si la obra es hecha aquí, ¿por qué cuesta tanto?
¿Debe el Gobierno ayudar más al teatro?
Debe hacer una Ley de Cultura.
¿Cuál considera su mayor logro?
Abrir Teatro Pacific con el equipo y calidad para hacer musicales como yo quería. Con este proyecto el camino ha sido largo. Empezamos varios socios, pero por diversos motivos se fueron saliendo. Sabía que sola no podía continuar, y así llegó Benjamín Cohen, mi socio. Si pienso en logros, creo que he hecho mi parte en el teatro hasta donde he podido.
“Con esta producción me despido de los grandes proyectos, quiero ir educando a un público a disfrutar de los buenos dramas”.
–Diana Abouganem