Por PATRICIA ARAMBURÚ
De Cusco al Valle sagrado y Machu Picchu
TRAS LAS HUELLAS DE LOS INCAS
Me cuesta trabajo respirar, siento un leve mareo y me apoyo en la maleta de mano. Al salir del aeropuerto nos esperaba nuestro guía Yamil, con el letrero que decía mi nombre y un termo de té de coca que nos ofreció entusiasmado. “Hoy caminan despacito, coman poquito y duerman solitos”, suelen decir los expertos anticipando el mal de altura que fue imposible de evitar.
Sentada en el bus, camino a nuestro primer destino, cierro los ojos y puedo sentir los aromas que siempre estaban presentes en mis viajes de niña a Lima: el olor del choclo hervido, del té de coca que alivia el mal de altura, de la chicha morada que nunca fue de mi total agrado, y del lomo saltado. Estos sabores y olores se convierten en una especie de ancla que me conecta con mis raíces mientras iniciamos nuestro recorrido de cinco días por el Valle Sagrado de los incas, una civilización que adoraba al sol y construía sus ciudades utilizando los recursos naturales como sagrados.
A TRES MIL METROS
Nuestro primer destino fue Pisaq, un lugar lleno de historia y encanto. Allí exploramos las ruinas incas ubicadas en lo alto de las montañas, desde donde disfrutamos de una vista impresionante del Valle Sagrado. Las terrazas agrícolas en cascada se extendían ante nosotros, recordándonos la destreza y el conocimiento que los incas poseían para trabajar la tierra en armonía con la naturaleza. Caminarla toda requería mucho esfuerzo ya que se encuentra a tres mil metros sobre el nivel del mar, por lo que decidimos tomar un descanso para almorzar en el restaurante
Cuchara de Palo, en la plaza central del pueblo. El resto del día lo pasamos en el hotel, que nos recibió con una variedad de tés, entre muña y menta andina, y de noche disfrutamos de un pisco sour y una cena ligera, para cerrar el primer día con broche de oro.
ITINERARIO
- DÍA 1.
Valle Sagrado
Pisaq
Descanso - DÍA 2.
Sal de Maras
Sitio Arqueológico de Moray
Pachamanca: Almuerzo típico a orillas del río
Urubamba
Ollantaytambo, la última ciudad viviente de los incas - Día 3.
Machu Picchu - Día 4.
Ciudad de Cusco y alrededores
TRIBUTO A LA MADRE TIERRA
Con sombrero, protección solar y mucha agua nos preparamos para conocer Moray, un sitio arqueológico fascinante. Quedamos maravillados al descubrir las impresionantes terrazas circulares escalonadas, que servían como laboratorios agrícolas incas. La precisión de su construcción y su diseño ingenioso nos dejaron perplejos ante la genialidad de esta antigua civilización.
A la hora del almuerzo llegamos a orillas del río Urubamba, donde nos esperaba la tradicional Pachamanca, una ceremonia culinaria que involucra diversos ingredientes locales, como carnes (como cerdo, pollo, cordero) y tubérculos (como papas y camotes) y establece una conexión sagrada con la madre tierra (Pachamama), ya que los alimentos se cocinan en su regazo y se le ofrece una especie de tributo antes de comerlos. El término “Pachamanca” proviene del quechua “pacha”, que significa tierra, y “manca”, que se refiere a la cocción bajo tierra. El día culminó en Ollantaytambo, la última ciudad viviente de los incas, uno de los favoritos en nuestro itinerario. Exploramos las ruinas de esta antigua fortaleza y ciudad ceremonial, admirando las imponentes estructuras de piedra que se alzaban frente a nosotros. Cada detalle de la arquitectura y la planificación urbana refleja la habilidad y el conocimiento avanzado de los incas, en contraste con una ciudad llena de turistas y vendedores ambulantes. Entramos a una típica casa inca donde nos recibieron cuyes en el piso y maíz seco guindado del techo, calaveras de sus ancestros y muchas manualidades y objetos y accesorios tejidos a mano. Entre tantas opciones es difícil escoger una sola.
4 HOTELES EN VALLE SAGRADO
- Inkaterra Hacienda Urubamba
- Tambo del Inka
- Belmond Hotel Río Sagrado
- Casa Andina Valle Sagrado
5 RESTAURANTES EN VALLE SAGRADO
- Cuchara de Palo.
Comida peruano-andina. - Antica Osteria.
Comida italiana. - Mil.
Comida peruano-andina. - Kampu.
Fusión asiática y tailandesa. - Huacatay
4 HOTELES EN CUSCO
- JW Marriott El Convento
- Novotel
- Palacio del Inka
- Casa Andina Premium
3 RESTAURANTES EN CUSCO
- Cicciolina, peruanoandina
- Limo, comida nikkei
- Chicha de Gastón Acurio
SILENCIO SAGRADO
Finalmente, llegó el día del motivo de nuestro viaje: la subida a Machu Picchu. Salimos a las 5 a.m. del hotel en el Valle Sagrado, para manejar media hora a la estación de tren ubicada en Ollantaytambo. Abordamos nuestro tren a las 7:45 a.m. un poco somnolientos, pero emocionados por la aventura que nos esperaba.
Un viaje de hora y media nos dejó en Aguas Calientes, el pueblo donde abordas los buses especializados en subir el empinado y curvo camino hacia la “montaña vieja”, lo que significa Machu Picchu.
La ciudad perdida de los incas nos recibió con su esplendor y misterio. Subimos con esfuerzo por las empinadas escalinatas de piedra y nos adentramos en un mundo de maravillas arquitectónicas y paisajes impresionantes. La vista desde la cima de la montaña me dejó sin aliento y en ese momento me sentí agradecida por tener la oportunidad de presenciar, por tercera vez, la grandeza de esta joya histórica.
Al adentrarme en la ciudadela de Machu Picchu, desaparecieron los turistas (suben más de tres mil al día) y retrocedí en el tiempo, como si estuviera caminando en los pasos de los antiguos incas. Las imponentes estructuras de piedra, meticulosamente alineadas, con el sol y las montañas circundantes, evocaban una sensación de misterio y grandeza.
A pesar de ser visitada por miles de personas cada día, la serenidad y el silencio que reinan en este lugar son sagrados y respetados. Mientras deambulaba por los estrechos senderos y exploraba las diferentes áreas de la ciudadela, podía sentir la energía de aquellos que la habitaron hace siglos.
«CADA SITIO VISITADO NOS PERMITIÓ SUMERGIRNOS EN LA RICA HISTORIA DE LOS INCAS Y APRECIAR LA GRANDEZA DE SU LEGADO”.
Las estructuras arquitectónicas de Machu Picchu, en su mayoría aún intactas después de más de 500 años, son testimonio de la habilidad y la maestría de los incas. Los muros de piedra, perfectamente ensamblados sin el uso de mortero, revelan una precisión asombrosa. Cada piedra encajaba con la siguiente de manera milimétrica, creando una sinfonía de líneas y ángulos que desafían el paso del tiempo.
El templo del sol, la plaza principal, las viviendas, los observatorios y los sistemas de drenaje son evidencia de una planificación y una ingeniería avanzada. Pude imaginar cómo los incas vivían y realizaban sus rituales en este lugar sagrado. A medida que exploraba los espacios interiores y las terrazas escalonadas, podía sentir la conexión profunda que tenían con la naturaleza y su respeto por el sol, las montañas y los ríos que los rodeaban. Era como si sus historias y sus voces resonaran en cada piedra y en cada rincón.
El entorno natural en el que se encuentra Machu Picchu también contribuye a su aura mística. Las montañas se alzan majestuosamente alrededor de la ciudadela, como guardianes silenciosos que protegen su legado.
El verde exuberante de la vegetación y los imponentes picos nevados crean un telón de fondo impresionante, que realza aún más la belleza de este lugar único.
DE VUELTA A LA CAPITAL
Los últimos días fueron dedicados a la ciudad de Cusco, capital del Imperio inca, considerada el ombligo del mundo y el corazón de un vasto territorio que se extendía desde Colombia hasta Chile y Argentina.
Sacsayhuamán: Ubicado en las afueras de Cusco, Sacsayhuamán es un complejo arqueológico impresionante. Sus enormes muros de piedra megalítica tallada con precisión y encajados perfectamente son un testimonio del ingenio y la destreza de los incas. Qorikancha: También conocido como el Templo del Sol, Qorikancha fue uno de los templos más importantes del Imperio inca. Fue un centro religioso y político, adornado con paredes recubiertas de oro y plata.
Nuestro viaje llegó a su fin, pero los recuerdos y las emociones que vivimos en el Valle Sagrado de los Incas siempre permanecerán con nosotros. Cada paso que dimos en esta tierra ancestral nos acercó más a nuestras raíces y nos dejó con una profunda admiración por la sabiduría y la grandeza de los incas.
«CADA DÍA EN EL VALLE SAGRADO FUE UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE, LLENA DE DESCUBRIMIENTOS Y MARAVILLAS.