miércoles, enero 29, 2025

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    Donde nace el sol

    La primera vez que visité Tokio se estaban levantando las restricciones por la covid. Hoy, la realidad es totalmente distinta. Los panameños ya no necesitamos visa para entrar a Japón. Ojalá esto incentive a muchos a considerarlo como un destino y empezar por su capital, ciudad que te invito a descubrir.

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    Tokio, el destino del momento

    Una pandemia mundial que nos trajo una nueva realidad, nuevas relaciones y nuevas nupcias, vieron a mis dos hijas partir a vivir adonde lo que puede y debe ser considerada la joya del continente oriental. Gracias a esta nueva realidad tuve la oportunidad de viajar en dos ocasiones y en dos temporadas diferentes a Tokio. Esto es un relato de algunas recomendaciones y observaciones durante estos dos periplos.

    Mt. Fuji. El imponente monte Fuji observa y cuida de la capital japonesa. A menos de dos horas en carro o tren, es muy popular para paseos de día o para asistir a Fuji Q Highland, un parque de diversiones con montañas rusas muy famosas. Ubicada en la región de los cinco lagos, se vive un ambiente mucho más lento al de la capital.

    El primer viaje que tomé fue bajo condiciones diferentes; se estaban levantando las restricciones por la Covid, pero en circunstancias muy particulares. El país no estaba permitiendo la entrada de turistas y había que hacer una serie de procesos con varias entidades diplomáticas para sacar la visa.

    Hoy, la realidad es totalmente distinta. Los panameños ya no necesitan sacar visa para entrar al Japón y con simplemente tener un pasaporte panameño válido se puede ir sin ningún problema. Ojalá esto incentive a muchos más panameños a considerarlo como un destino.

    Desde Panamá hay varias rutas para llegar, incluyendo Los Ángeles, Newark, Atlanta y Ciudad de México desde Norte América e igualmente por Amsterdam y Estambul. Seguramente hay varias rutas más que desconozco, pero estas son las más viables para nosotros. También para considerar es que Tokio tiene dos aeropuertos internacionales, Narita, el más conocido, y Haneda, más pequeño, que está considerablemente más cerca de la ciudad, por ende, es más recomendable para llegada y salida.

    Torre. El Tokyo Skytree es una torre de transmisión y plataforma de observación en el área de Sumida. Es la tercera estructura más alta del mundo y la más alta de los países del G7.

    Al arribar al aeropuerto se ve lo que esperamos: poco ruido, limpieza impecable y orden en los procesos. Una de las cosas que descubrí al llegar es que es una falacia que el japonés habla inglés. Fuera del mundo de la hospitalidad, muy pocos hablan un idioma occidental, por lo que las interacciones son sumamente básicas, pero entretenidas, y gracias al orden del país y diligencia de sus ciudadanos uno logra comunicarse; hay que tener paciencia y disfrutarlo.

    Saliendo de Haneda, inmediatamente se ve lo que uno espera, entronques de calles suspendidas en el aire con líneas bien demarcadas, sin pitos y letreros luminosos que guían, y también lo que no se espera; en Japón se maneja del lado que no es.

    El Tokyo Tower, símbolo de la capital nipona.

    Lo primero distintivo que se aprecia es el Tokyo Tower, una imponente antena naranja de comunicación que también tiene una plataforma de observación que hay que visitar para apreciar la urbe más populosa del mundo. Tuve la dicha de quedarme en un hotel en que la torre se avistaba desde la cama. Siendo el mío un viaje más largo, opté por un apartotel, pero la oferta hotelera es vasta, desde cinco estrellas hasta hostales con la certeza de que estarán limpios y en buen estado.

    Una vez establecido, hay dos cosas importantes para hacer antes de empezar a conocer. La primera es comprar una tarjeta SIM que es indispensable para navegar en la ciudad. Los precios son muy razonables y funciona muy bien. Y la segunda es una apreciación personal, que es alquilar una bicicleta. El metro de Tokio es excelente, pero no deja de estar bajo tierra y lo que verá son japoneses vestidos de negro con el celular (obviamente, para distancias más largas el metro o tren es la opción). En bicicleta uno puede apreciar la esencia de la ciudad: sus sonidos, olores, su gente, su verdor, edificios y mucho más. Manejar bicicleta en Tokio es totalmente seguro, los carriles están bien demarcados, los vehículos respetan al ciclista, el terreno es bastante plano y el clima no es sudoroso.

    Tradición. La capital japonesa deslumbra con su limpieza, orden y cortesía, pero su verdadera magia está en su cultura milenaria mezclada con un modernismo que sorprende a la vuelta de cada esquina.

    Considero que la mejor manera de conocer una ciudad tan extensa es dividir sus días ya sea geográficamente o por actividad deseada. Es decir, hoy iré a esta zona y visitaré los museos, tiendas, templos, parques etc. que me gustan y estén cerca, o por actividad, como museos todo el día, templos todo el día, etc. Yo preferí hacerlo por zona y visitar lugares distintos para variar y no aburrirme. Seguidamente, detallo.

    Los ‘cherry blossoms’ en su máxima floración.

    1. Harajuku-Shibuya-Shinjuku.

    El Tokio de la películas. Luces, letreros, tiendas, gente por doquier, restaurantes, bares y todo lo demás. Harajuku es donde tiendas de diseñadores locales (Issey Miyake, Comme de Garcons) se mezclan con tiendas de chécheres en Takeshita Street y las famosas tiendas de street style y zapatillas, reconocidas en todo el mundo. Es donde encontrarás el cruce peatonal más ocupado del mundo, Shibuya Crossing, y las famosas salas de Pachinko, el equivalente a las maquinitas de casino, donde cientos de personas apuestan a todas horas del día.

    Shibuya crossing. El cruce peatonal más ocupado del mundo.

    Cercano también está el barrio de Omotesando —mi favorito— donde residencias se mezclan con cafés y hasta museos. Haga una parada en Mameya Kafé y diga que viene de Panamá.

    En Shinjuku se puede acceder al Tokyo Metropolitan Building y su plataforma de observación para ver el caos desde las alturas. Aquí también se encuentra la zona rosa de la ciudad, con centenares de bares, karaokes y establecimientos para adultos, un verdadero trip con sus luces y neones.

    Pero en clásico estilo japonés, a pasos de estas áreas de tanto movimiento está Yoyogi Park, el más grande y famoso de Tokio. Un verdadero oasis de bambús con sus templos, el principal el templo Meiji, donde lo único que se respira es serenidad, tranquilidad y paz rodeados de un exuberante verdor, diseño y ornato incomparable.

    Templos. Por toda la ciudad hay templos donde se respira serenidad y paz. Tanto locales como turistas dejan sus ofrendas y piden por los que están y los que han partido. El Meiji, en el parque Yoyogi, es uno de los más famosos y una visita obligada.

    Como ciudad cosmopolita de primera y con una historia milenaria, la oferta de museos es de primera categoría. Algunos que pude visitar y recomiendo a los amantes del arte y la historia:

    Nezu Museum. Esto es más como visitar la casa de un amigo muy sofisticado. Con un diseño arquitectónico que mezcla perfectamente con sus alrededores, el Nezu tiene artefactos de toda la historia asiática en bustos, tapices, armas, entre mucho más. Además, tiene un jardín espectacular en el medio de la ciudad; es como entrar y salir de una casa de vecindario y que los vecinos fueran tiendas de las mejores marcas del mundo.

    The National Art Center. Ubicado en el exclusivo barrio de Roppongi, este museo tiene varias exhibiciones de los mejores artistas internacionales. Tuve la fortuna de estar durante la exhibición de los Cherry Blossoms de Damien Hirst, quizás el artista más cotizado del mundo en la actualidad. Igualmente, por fortuna coincidí con un artista japonés que exhibía su colección de caligrafía. Al terminar, diríjase al hotel Ritz-Carlton a disfrutar un coctel en su bar del piso 53.

    TeamLab. Este museo digital es algo de otro mundo. Proyecciones, láseres, juegos de agua y tecnologías sólo existentes en este país, es una experiencia subversiva y futurística a la cual estas palabras no le hacen justicia. Hay que ver para creer.

    Palacio Imperial. El Palacio Imperial del Emperador es todo lo que uno se imaginaría: majestuoso, fino, balanceado y un largo etcétera de superlativos. Los predios y sus parques son perfectos para caminar, hacer ejercicio y ver un ornato sin igual donde todo está alineado y pensado para exhibir perfección. Hay tours casi diariamente y luego se puede disfrutar de un cóctel en cualquiera de los hoteles a pasos de sus puertas. Mi favorito: el Royal Bar en el lobby del Palace Hotel.

    Tokio es una ciudad que mezcla lo antiguo y lo moderno. Una ciudad en la cual reina la regla dorada, en la que cada uno mantiene su lugar para progresar en conjunto. Donde ejemplos antiguos conviven en armonía con bares y cabarets. Donde la juventud expresa su personalidad con vestimentas coloridas y los mayores su seriedad en monocromo. Bicicletas comparten las calles con automóviles mientras enormes edificios crecen en silencio. Un lugar único que merece la pena visitarse.

    Tokio futurista.

    Restaurantes imperdibles

    ■ Kamakura.
    Para una experiencia auténtica de ramen. Te sentarás en una barra y tomarás sopa como japonés “de a pie”. Con varias ubicaciones cerca de las estaciones del metro, es el favorito del trabajador japonés, su fonda.

    ■ Sushi Ichiro.
    Ubicado en Nishiazabu, bueno para almorzar con un chef amigable con los turistas.

    ■ Toyosu Mercado de Mariscos.
    Pescados y mariscos frescos al estilo japonés.

    ■ Nobu.
    El original de la reconocida familia internacional de alta gama.

    ■ Udon Shin Shibuya.
    Sin reservaciones, largas filas, pero vale la espera. El mejor udón de la ciudad.

    ■ Gonpachi.
    Donde se filmó Kill Bill.

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