Jones Winery & Vineyards
A tres horas al norte de Melbourne, entre caminos rurales y campos dorados, Rutherglen guarda una de las bodegas más antiguas —y discretas— de Australia. Su nombre no figura entre los gigantes del vino. No aparece en publicidades espectaculares ni en etiquetas llamativas de exportación. Y, sin embargo, Jones Winery & Vineyard ha logrado lo que muchos buscan con grandes presupuestos: construir un legado. Desde 1860, esta pequeña finca de 10,1 hectáreas ha permanecido en manos de la misma familia, que ha hecho del vino no una industria, sino una expresión heredada, paciente y profundamente personal.
En un país donde las distancias imponen respeto y el mercado suele premiar la escala, la familia Jones eligió otra vía: trabajar cada hilera de vid como si fuese única, cuidar el suelo con obsesión, dejar que el tiempo marque el ritmo y que cada botella hable por sí sola. El prestigio, en su caso, no vino con medallas ni campañas. Llegó con el tiempo. Con generaciones que, en lugar de diversificarse o vender, decidieron quedarse y reinventar la tradición.
En Jones Winery, cada miembro de la familia trabaja
en el campo, participa en la vinificación y atiende
personalmente a quienes se acercan al viñedo.
Hoy, el viñedo está a cargo de Mandy y Arthur Jones, quinta generación al frente del proyecto. Ella, enóloga formada en Francia; él, agricultor meticuloso con mirada técnica. Juntos mantienen el alma de la bodega entre barricas y decisiones que respetan lo esencial. Desde 2023 se ha sumado Benjamin, hijo de Arthur y rostro joven del vino australiano. Formado en la Universidad de Adelaida y finalista del certamen Young Gun of Wine, Benjamin ha lanzado su propia línea bajo el nombre J6, elaborada íntegramente con uvas de la finca familiar. Su incorporación marca un nuevo ciclo en el que la historia se honra no con nostalgia, sino con innovación consciente.
En Jones Winery, cada miembro de la familia trabaja en el campo, participa en la vinificación y atiende personalmente a quienes se acercan al viñedo. No hay empleados que sustituyan esa cercanía. La experiencia de visitar la bodega es, en muchos sentidos, una conversación entre generaciones: quien sirve el vino también conoce la parcela, la poda y el punto exacto de madurez de la uva. Esa conexión directa es parte del encanto que ha convertido a este lugar en un secreto bien guardado de Victoria.
Las variedades que cultivan combinan lo clásico con lo experimental. En sus parcelas más antiguas, el durif, el syrah y el muscat reflejan la tradición de Rutherglen. Pero también hay espacio para cepas blancas de origen mediterráneo como fiano, marsanne y roussanne, así como malbec, que aquí adquiere un perfil menos opulento y más texturado. Entre ellas, la fiano ocupa un lugar especial. Cosechado a mano el 6 de febrero de 2024 y fermentado con levaduras nativas en tanques de acero inoxidable, es un vino que brilla por su acidez fresca, sus notas tropicales y su crianza sobre lías, que aporta complejidad sin peso. Una prueba clara de cómo el viñedo puede adaptarse al clima sin perder elegancia.
Si hay una uva que define el carácter de Rutherglen es el durif. Esta variedad, producto de una cruza entre syrah y peloursin, produce vinos densos, con taninos firmes y una intensidad aromática que, mal manejada, puede volverse abrumadora. En Jones Winery, sin embargo, la durif se expresa con otra lógica. En lugar de apuntar al poder, busca el equilibrio. Con un nivel alcohólico moderado (13%), mantiene la estructura, pero permite que la fruta hable con claridad. Es un vino que acompaña, no que impone. Ideal para platos de cordero, guisos especiados o quesos añejos, pero también lo suficientemente sobrio como para envejecer con dignidad.

La propuesta enológica se complementa con una experiencia gastronómica de altísimo nivel. El restaurante de la bodega está a cargo de Briony Bradford, chef formada junto a figuras como Ross Lusted, Paul Cooper y Brent Savage. Su cocina combina técnica francesa con ingredientes locales, celebrando la temporalidad y el entorno. No hay menú fijo: cada semana se ajusta a lo que llega de los productores de la zona, muchos de ellos aliados históricos de la familia. El resultado son platos que dialogan con los vinos sin eclipsarlos. En cada servicio, la idea no es impresionar, sino armonizar.
Lo que realmente distingue a Jones Winery & Vineyard es esa sensación de autenticidad radical. No hay escenografía turística ni etiquetas prefabricadas. Las catas son dirigidas por los propios Jones sin guiones ni poses, con una honestidad que conmueve. El visitante no solo prueba vino; entra en una historia que ha sido cultivada, contada y transmitida con las manos. En un mundo donde todo parece acelerarse, esta bodega propone lo contrario: detenerse, entender, disfrutar. Como sus vinos, que no buscan tendencias, sino verdad. Porque hay lugares que no necesitan ser grandes para dejar una huella. Y este, en el corazón de Rutherglen, es uno de ellos.
Fotos Cortesía