Por Vanessa Restrepo
Fotos David Mesa y cortesía Felipe Motta
Desde que el conde Gaetano Marzotto comenzó a desarrollar su pequeña industria vitivinícola en Italia hace casi noventa años hasta que se posicionara hoy como la segunda más importante de Italia, mucha agua ha corrido bajo el puente. Giacomo Marzotto, bisnieto del fundador de Santa Margherita, estuvo de visita por Panamá y nos transportó al pasado con su historia de pasión e innovación.
“Creo que al final todo gira alrededor de las historias. Antes de 1960 todos los pinot grigios del mundo eran vinos rosados. Mi bisabuelo viajaba mucho a Estados Unidos por el tema textil y vio que la forma de consumir el vino estaba cambiando. Allá había gente que estaba más interesada en los vinos blancos, pero vinos blancos distintos. Querían algo más ligero, más fresco, más moderno, más bebible, un estilo completamente diferente. Además, más mujeres estaban comenzando a tomar vino públicamente”, cuenta.
Con este hallazgo bajo la manga, Gaetano regresó determinado a donde su equipo de enólogos y les dijo: “tenemos que hacer ese tipo de producto, porque hay ese tipo de demanda”.
Así que se aventuraron a realizar diversas pruebas, quitando la piel cobriza del pinot grigio en la primera maceración y por primera vez en 1961 el mundo conoció un pinot grigio originado en blanco. “Nosotros inventamos la categoría de pinot grigio. Es el original”, resalta Giacomo con entusiasmo.
Esta innovación revolucionó la industria del vino con un producto versátil, color amarillo paja, sabor fresco y seco, que desde 1970 se convirtió en el vino italiano más vendido en Estados Unidos, llegando no solo a ganar reconocimiento mundial, sino también, a mantener su liderazgo entre los pinot grigio D.O.C. (denominación de origen controlada).
Tanto así, que se volvió costumbre pedir un pinot grigio con la célebre frase: “un Santa Margherita, por favor”.
Los amores del conde Marzotto
Eran tiempos de posguerra en Italia y la devastadora situación que se vivía impulsó al conde Gaetano Marzotto, bisabuelo de Giacomo, a desarrollar diversos proyectos sociales con el fin de generar empleo. Esa vocación de ayudar a los demás lo hizo con tal amor y pasión que trascendió los límites del tiempo.
Incursionó en las industrias textil y alimenticia para el sustento de su familia, sin embargo, Marzotto estaba convencido de que había que volver a producir vinos de excelencia que dignificaran el privilegiado terroir italiano y en 1935 compró 2,000 hectáreas en Portogruaro, cerca de Venecia, fundando Santa Margherita. “De todos sus negocios, su primer amor fue la industria del vino. Su segundo amor, la tierra”, explica Giacomo. Por esto le dio el nombre Margherita, en recuerdo de su difunta esposa, quien le había dado ocho hijos. “Cuando voy por el mundo hablando de Santa Margherita siempre siento el cariño y sentimiento de la visión de mi bisabuelo”.
Para Giacomo es gratificante saber que la visión de su bisabuelo benefició igualmente al mundo vitivinícola en general. “Ahora la categoría del pinot grigio es la segunda más grande de vino blanco en el mundo después del chardonnay”, enfatiza y añade que “lo bueno es que no le quitamos el negocio a otros. Ahora se hace en Estados Unidos, Australia, Argentina y eso es importante, porque el vino es compartir y esa parte humana me fascina”.
A Panamá llegaron las primeras botellas hace 30 años de la mano del señor Felipe Motta, formando una relación de confianza entre ambas familias que va más allá de contratos por escrito y que se ha fortalecido con el tiempo.
Hoy, la distribuidora panameña cuenta con tres etiquetas de su pinot grigio: Santa Margherita Pinot Grigio, Torresella Pinot Grigio y Torresella Pinot Grigio Rosé, además de otras siete variedades de vino y cuatro bodegas del grupo: Santa Margherita, Torresella, Tenuta Sassoregale y Ca’ del Bosco.
Democratización de la burbuja
Si bien el pinot grigio es el alma del Grupo Santa Margherita, el prosecco es una de sus categorías más importantes. Este espumoso italiano que siempre había estado bajo la sombra de la champaña, está en boga.
El grupo vitivinícola invirtió en él por primera vez en 1952 sin imaginarse que 60 años después, tanto su prosecco D.O.C. de la bodega familiar Torresella, como su prosecco D.O.C.G. (denominación de origen controlada y garantizada) Valdobbiadene Superiore de la bodega Santa Margherita, iban a brillar con luz propia. ¿A qué se debe su auge? Giacomo lo llama la “democratización de la burbuja”.
¿Qué significa esto? “En la champaña, la burbuja solamente estaba para las grandes celebraciones como bodas, aniversarios y demás, por un tema de precio. El prosecco es un tema de estilo más que de precio, porque todos los días son para celebrar. No se necesita que suceda algo importante”, opina sobre esta bebida que se caracteriza por su perfil fresco, accesible y sencillo, y que se ha ido desarrollando como un vino gastronómico.
A este dúo se le une Ca´del Bosco Franciacorta. Esta pequeña denominación, catalogada como “el champagne de Italia” y ubicada cerca de Brescia en Lombardía, es la burbuja más exclusiva de Italia. “Un producto emblemático, único, de lujo. La parte más alta de nuestra pirámide”, aclara el empresario. “En Italia, si tú preguntas cuál es la mejor burbuja de método clásico, todo el mundo te va a decir: ‘Ca’ del Bosco”.
Los caminos de Giacomo
Pese a que la historia de Giacomo no se asemeja a la de su bisabuelo Gaetano, ambos mantienen una constante en común: el deseo de salir de su zona de confort y de abrazar los desafíos.
En el caso de Giacomo, su arrojo lo llevó a desarrollar su carrera profesional en Oriente.
Mientras estudiaba finanzas en la Universidad Bocconi de Milán, ganó un Erasmus que lo llevó a estudiar un año en la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Sidney, Australia. “Viajaba bastante por Asia y me di cuenta de que tenía que acercarme más a ese mundo, porque iba a ser el más importante en la economía global. Además, es un mundo muy lejano de mis tradiciones, de mi herencia y quería salir de mi zona de confort”.
¡Y sí que lo hizo! Luego de graduarse se afincó en Singapur, a miles de kilómetros de su país natal donde su apellido es bastante conocido. Quería labrarse su propio destino y lo logró en la banca, un campo completamente diferente a los negocios familiares. “Siempre he tenido predisposición para la parte numérica, entonces comencé a trabajar en Credit Suisse y aprendí muchísimo. Muy interesante. Manejaba mucho dinero, pero no veía el resultado de mi trabajo en una persona y a mí me gusta la parte tangible, el contacto directo”, afirma.
Esto lo motivó a emprender otro camino, y saliéndose nuevamente de su zona de confort, realizó un MBA en Italia para radicarse esta vez en Hong Kong y Taiwán manejando el retail y wholesale de Valentino por cuatro años para Asia. Fue allí donde encontró el contacto directo con el cliente que tanto buscaba.
«Nosotros inventamos la categoría de Pinot Grigio. Es el original. Algo que revolucionó la industria del vino”.
Regresando a sus raíces
Ya había pasado por la banca, la moda y las ventas, pero desde la universidad, Giacomo se había convertido en un aficionado a la cocina y enogastronomía. Así que volvió a darle un giro a su vida al dejar Valentino y montar el restaurante SEPA Bacaro en Hong Kong, experiencia que lo enamoró aún más de los vinos.
Pero, pese a su gran éxito como restaurateur, decidió volver a Italia para formar una familia con su esposa y unirse al grupo vitivinícola familiar. Primero, como Business Developement Manager para Latinoamérica y el Caribe y luego como director de exportaciones y encargado del “sexto continente”, cubriendo las zonas libres de impuestos como tiendas, cruceros, mercados diplomáticos, aviones y demás, donde ha sabido expandir las diferentes etiquetas del grupo.
Estos grandes logros no solo se deben a su crianza. El entusiasmo que desborda al hablar de este mundo que, según él, lo ha puesto en contacto con la tierra y enriquecido como ser humano, evidencia el amor que siente por lo que hace y su deseo por impactar aún más en las personas a través de Santa Margherita.