jueves, agosto 14, 2025

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    El arte del reencuentro

    Un vino cambió el rumbo de su vida. Tres décadas después, Enrique Tirado celebra que Don Melchor —el mismo que lo marcó en una cata a ciegas— sea reconocido como el mejor vino del mundo por ‘Wine Spectator’. Esta es la historia de un reencuentro profundo y lleno de sentido.

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    Enrique Tirado no sabía qué vino estaba probando. Era el año 1992, estaba por graduarse como agrónomo con especialización en Enología, y participaba en una cata a ciegas con los diez mejores vinos de Chile. Uno en particular lo sorprendió. Tenía una expresión distinta, una energía elegante, algo que no sabía explicar del todo, pero que lo conmovió. Al final, cuando se revelaron las etiquetas, descubrió que ese vino era Don Melchor. “Sentí una conexión especial”, recuerda hoy. “Y pensé: algún día nos vamos a volver a encontrar”.

    Y así fue. Un año después ingresó a Concha y Toro, y en 1995 se integró al equipo técnico de Don Melchor. Desde entonces no se ha ido. Tres décadas más tarde, ese mismo vino que lo tocó sin saberlo ha sido distinguido como el mejor del mundo. En noviembre de 2024, la revista Wine Spectator lo eligió como el Vino del Año por su cosecha 2021. Fue la primera vez que un vino chileno obtuvo ese honor. La noticia conmovió a la industria y consolidó a Don Melchor como uno de los grandes vinos del planeta.

    Pero el reconocimiento no llegó de la noche a la mañana. Como bien dice Tirado, “un gran vino necesita historia”. Don Melchor tiene 35 cosechas que reflejan un mismo espíritu: precisión, identidad y equilibrio. En sus palabras: “expresión, energía y fineza”. No ha seguido modas ni ha cedido ante las tendencias del mercado. Ha evolucionado, sí, pero sin perder su esencia. Esa fidelidad a su origen es parte de lo que el enólogo llama un “clásico contemporáneo”: un vino que respeta el pasado y a la vez mira hacia el futuro.

    “Don Melchor es una mezcla única de ciencia, arte y ‘terroir’; buscamos siempre provocar una emoción auténtica en cada sorbo”. Enrique Tirado, CEO y Director Técnico de Viña Don Melchor.

    Todo comienza en el origen

    El viñedo de Don Melchor se ubica a los pies de la cordillera de los Andes, en Puente Alto, sobre un suelo aluvial y pedregoso, pobre, pero complejo. El clima, moderado por los vientos andinos, permite una maduración lenta y precisa. La base es cabernet sauvignon —93 % en la cosecha 2021— y el viñedo tiene más de 40 años. Algunas de sus primeras cepas datan incluso de hace más de un siglo, con una historia viva que ha sido cuidadosamente replantada y cuidada, generación tras generación.

    El secreto está en la diversidad: dividido en 7 parcelas principales de cabernet
    sauvignon, las cuales han sido sub divididas en 151 micro parcelas, cada una con una expresión distinta. Algunas aportan fruta roja, otras notas florales, otras tensión o equilibrio. Cada año el equipo selecciona las mejores parcelas y compone el ensamblaje final. “Don Melchor es un solo vino, pero nace de muchas voces”, explica Enrique. “Elegimos la mezcla que produce una emoción especial”. Esa decisión, dice, no siempre responde a la lógica de un laboratorio, sino a algo sensorial, a un instante donde la mezcla vibra con algo más profundo.

    A los pies de los Andes, en Puente Alto, nace la esencia irrepetible de Don Melchor.

    Aunque habla con precisión técnica, Enrique no duda en llamar arte al proceso de elaboración. El conocimiento, la investigación y la tecnología están al servicio de una experiencia sensorial. Don Melchor cuenta con un viñedo solar experimental —único en Chile— que les permite estudiar el efecto de la orientación, el sol y el suelo en la uva. También colaboran con el centro de investigación de Concha y Toro.Tirado menciona que incluso la temperatura del aire y los cambios de luz solar son registrados con sensores especiales, lo que les permite tener datos en tiempo real para tomar decisiones con rigor científico.

    Pero nada reemplaza al instinto. “Cuando llega el momento de decidir la mezcla final, trabajamos con cinco o diez opciones sobre la mesa. La elegida es la que emociona. Es la que habla con el alma del vino”, dice. Esa mezcla final es producto de una semana entera de catas internas, donde el equipo se desafía a encontrar el equilibrio exacto entre estructura y sensación.

    A lo largo de los años, ese equilibrio entre ciencia, sensibilidad y pasión ha sido la firma de Don Melchor. El vino ha construido una reputación global sin estridencias, basado en coherencia, excelencia y una profunda comprensión de su lugar de origen. La diversidad del terroir, el trabajo preciso en bodega, la decisión consciente de mantenerse fiel a una identidad: todo confluye en cada botella. Por eso, Don Melchor no solo envejece bien; se transforma. Las cosechas de los años ochenta y noventa siguen sorprendiendo por su vigor, complejidad y persistencia.

    Don Melchor celebró en Panamá su legado con una cena exclusiva en el restaurante r.i.c.h.a, honrando de esa manera, la excelencia del ‘cabernet sauvignon’ chileno.

    “Un gran vino debe poder evolucionar con los años”, dice. “No es solo beberlo, es descubrirlo otra vez, año tras año”. Esa capacidad de guarda, de transformarse sin perder su alma, es uno de los grandes orgullos del equipo. Y también una gran responsabilidad: cada año es un nuevo desafío para alcanzar ese mismo nivel.

    Como buen amante del vino, los prueba todo el tiempo. Bordeaux, Borgoña, España, nuevas regiones. No para copiar estilos, sino para ampliar su sensibilidad. “Me ayuda a percibir mejor, a entender matices, a seguir creciendo”. Su inspiración está en la diversidad, pero su compromiso es con la unicidad de Puente Alto. Don Melchor no pretende ser nadie más. Es lo que es. Y esa autenticidad es parte de su poder.

    En su visión, el vino debe emocionar. No se trata solo de estructura, acidez o taninos. Se trata de provocar algo. Y por eso su consejo para quienes quieren iniciarse en el mundo del vino es claro: “El vino no es complicado. Hay que probar sin miedo”. Para él lo esencial es disfrutar. Saber de temperaturas, uvas o crianza puede ayudar, pero nunca debe ser un obstáculo. “Hay que sentir, descubrir lo que a uno le gusta y dejarse llevar. El vino está hecho para emocionar”.

    Don Melchor no es solo un producto excepcional; es también una embajada cultural. Ha estado presente en cenas presidenciales, subastas internacionales y catas junto a los mejores vinos del mundo. Su presencia en Asia, Europa y Norteamérica lo ha convertido en un referente del vino chileno de alta gama. “Nos emociona saber que una botella puede representar a Chile en una mesa del otro lado del mundo”, dice Enrique. “Y que lo haga con respeto, con elegancia, con identidad propia”. 

     

    Cabernet Sauvignon

    En particular, el liderazgo de Enrique Tirado —guardián de este terroir desde 1997— ha sido fundamental para preservar y enriquecer su legado y tradición. Como enólogo jefe, Enrique ha sabido interpretar con maestría la esencia de este terroir, ubicado a los pies de los Andes, llevándola a su máxima expresión.

     

    Esa identidad ha sido construida con tiempo, con equipo, con una idea clara de excelencia. Detrás de Don Melchor hay viticultores, técnicos, enólogos, científicos, y también personas que aman lo que hacen. “Este no es el vino de una sola persona. Es el resultado de un proyecto colectivo, de mucha escucha, de mucha convicción”, afirma.

    Y quizá por eso, más allá de la historia, de las medallas y los rankings, Don Melchor ha logrado lo que pocos vinos alcanzan: tocar fibras profundas, conectarse con el tiempo y emocionar como la primera vez.


    Fotos Aris Martínez y cortesía

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