lunes, octubre 13, 2025

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    La logística que mueve al mundo

    En la terminal de carga del Aeropuerto Internacional de Tocumen, el ‘hub’ de DHL en Panamá mueve diariamente miles de envíos con precisión de quirófano, en un ejercicio de coordinación que permite dimensionar en profundidad el significado real del concepto ‘puerta a puerta’. Pablo Rousselin guía esta orquesta donde el tiempo es moneda: pharma concentra 35 % del volumen, Miami marca el pulso, y la trazabilidad decide destinos en segundos sin margen para error.

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    Las luces del Boeing 767 comienzan a verse pequeñas, mientras el señalero comienza a guiar la entrada del avión a su posición. Es el tercer avión del turno y el equipo se alista para una nueva descarga. Ya llevamos un par de horas en el hangar y la operación no deja de sorprender. El concepto “eficiencia” se nos ha vuelto un comodín lingüístico para señalar algo que funciona bien y en unos tiempos definidos. Pero, cuando se es testigo de una operación como esta, la palabra toma todo el sentido y se valora.

    Cada noche, Panamá se transforma en un engranaje silencioso pero indispensable de la economía mundial. Y en el corazón de esa operación está DHL Aviation, con Pablo Rousselin, VP de Aviación para Latinoamérica, como testigo y director de una maquinaria que nunca se detiene.

    De las 200 personas que trabajan en el hub, donde también opera DHL Express, más de 80 se alistan en bodega mientras otras 36 se distribuyen en la rampa, listos para descargar el avión de la noche. Apenas las compuertas se abren, comienza una coreografía precisa: cajas que bajan, etiquetas que se leen, códigos de barras que deciden si el destino es Curazao, San Salvador, Bogotá o Buenos Aires. “Todo entra por los portones y en dos horas y media debe estar clasificado y listo para el siguiente vuelo”, explica Rousselin, mientras observa cómo el flujo se multiplica en las bandas transportadoras. En ese tiempo récord se procesan entre 12.000 y 16.000 envíos. La precisión es tal que cada contenedor, al terminar de llenarse, se pesa y el dato viaja de inmediato al despacho de vuelo para el balance de la aeronave.

    Cada madrugada en Tocumen, más de 10.000 envíos se procesan en apenas dos horas y media: una coreografía logística donde la precisión es vital y el tiempo se convierte en moneda.

    El ruido metálico de las correas no cesa, pero tampoco la concentración de los operadores. “Es como una carrera contra el tiempo cada noche, porque el cliente no paga por un paquete: paga por la certeza de que estará en sus manos en 24 o 48 horas”, resume Rousselin.

    En logística, el tiempo no es una variable: es la moneda misma.“Porque hay negocios que no pueden esperar. Documentos legales, repuestos críticos o medicamentos: todo tiene un valor mayor si llega hoy y no la próxima semana”, explica Rousselin. Y es que su ubicación estratégica, que facilita tiempos más cortos de transporte, convierte al hub panameño en una de las piezas estratégicas de DHL en la región.

    Los aviones 757 traen carga desde Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras y el Caribe. Los 767, con capacidad de hasta 50 toneladas, complementan la operación para destinos de mayor alcance, como vuelos conectando Estados Unidos con el Cono Sur. Cada prioridad se decide en minutos: Miami primero, luego el Caribe, después Centroamérica. La flexibilidad se convierte en la ventaja más difícil de copiar.

    Detrás de la velocidad de las máquinas hay un ejército humano que sostiene el ritmo. Solo en Aviación Panamá, DHL cuenta con 400 empleados y 130 pilotos. En cada turno, hombres y mujeres se encargan de que la operación no se detenga ni un segundo.

    La noche avanza con un flujo constante. Algunos empujan contenedores, otros supervisan códigos en pantallas, un equipo pesa y asegura que la carga cumpla con las normas de balance del avión. Afuera, los reflectores hacen brillar el fuselaje amarillo de los cargueros, listos para despegar.

    “Es un trabajo de disciplina y coordinación absoluta. Nada puede fallar, porque un retraso aquí significa una cadena de incumplimientos en todo el mundo”, asegura Rousselin.

    Panamá Pharma

    Si hay un sector que concentra la atención es el farmacéutico. El 35 % del volumen que pasa por Panamá corresponde a pharma, desde medicamentos hasta vacunas. En los últimos días de la semana, los picos llegan a 30 toneladas diarias, que viajan desde Colón en camiones refrigerados hacia Tocumen.

    En bodega, los contenedores se tratan con un cuidado especial. La temperatura se monitorea de forma constante y cada paquete tiene un seguimiento digital que permite saber dónde está en cada instante. “No se trata solo de transportar una caja, sino de garantizar que un paciente en Guatemala o El Salvador reciba su tratamiento a tiempo”, afirma Rousselin.

    En la práctica, Panamá se ha convertido en un punto crítico de la cadena de suministros médicos para toda Centroamérica y el Caribe. Una pieza que no puede fallar.

    La diversidad de destinos es otro de los rasgos que impresiona. Desde Tocumen, los envíos alcanzan a todo el Caribe (Curazao, Barbados, Puerto España, Surinam), a Sudamérica, a Norteamérica y hasta a Europa. Suiza, por ejemplo, recibe envíos en apenas 48 horas, gracias a un tránsito que conecta Panamá con Miami y Cincinnati antes de cruzar el Atlántico.

    En el centro de operaciones, esa red global se traduce en un simple gesto: mover una caja a la derecha o a la izquierda de la banda transportadora. Lo que para un operador significa girar un paquete, para el sistema significa decidir si irá al Caribe, a Centroamérica o a Europa.

    No todo son fortalezas. Rousselin reconoce que Panamá aún enfrenta retos en infraestructura aérea. “Se ha hablado de llevar cargueros a Colón, pero el aeropuerto no tiene condiciones para recibir aviones de gran capacidad o cuerpo ancho. Por ejemplo, ni siquiera David podría recibir un Boeing 767”, apunta.

    La paradoja es evidente: Colón es un gigante en el comercio marítimo, pero no cuenta con el soporte aéreo para acompañar ese potencial. Una debilidad que obliga a concentrar todas las operaciones en Tocumen, aumentando la presión sobre un solo punto de entrada y salida.

    Para el ejecutivo, la clave está en que Panamá no pierda el paso. “La logística global está creciendo a un ritmo acelerado, impulsada por el comercio electrónico y por sectores como pharma. Si no invertimos en infraestructura, corremos el riesgo de que la ventaja competitiva se diluya”.

    De San Francisco a Panamá: la esencia de DHL

    La historia de DHL no comenzó en un hangar ni en una pista, sino en una bahía. A finales de los años sesenta, tres jóvenes emprendedores —Adrian Dalsey, Larry Hillblom y Robert Lynn— se reunieron frente a las aguas de San Francisco con una obsesión en mente: cómo ganar tiempo en un mundo donde todo se movía demasiado lento. El comercio marítimo era el gran motor de la economía, pero la burocracia aduanera detenía durante días la salida de mercancías en los puertos.

    Su idea fue tan simple como revolucionaria: enviar la documentación en avión antes de que el barco llegara a destino. Así, cuando la nave atracaba, los trámites ya estaban listos y la carga podía salir de inmediato. Lo que parecía apenas una jugada astuta se convirtió en un cambio de paradigma. Ese gesto, nacido en la bahía de San Francisco, marcó el ADN de DHL: el tiempo convertido en ventaja competitiva.

    Décadas después, otro hito transformaría esa chispa en un coloso global: la compra de DHL por parte de Deutsche Posten en los años noventa. La visión californiana se unió a la disciplina alemana, sumando músculo financiero, una red postal consolidada y una flota aérea sin precedentes. Esa integración convirtió a lo que es hoy el Grupo DHL en la columna vertebral de la logística mundial, con más de 600.000 empleados y presencia en 220 países.

    El 35 % del volumen que cruza el ‘hub’ de DHL Panamá
    es farmacéutico. Hasta 30 toneladas diarias viajan en
    camiones refrigerados desde Colón, sosteniendo
    la salud de toda Centroamérica y el Caribe.

    Hoy, cada madrugada en Tocumen, esa doble herencia —la audacia de San Francisco y la escala del Grupo DHL— se manifiesta en el hub de Panamá. Lo que comenzó como un truco para ganarle días a la aduana, se traduce en una coreografía nocturna que mueve al mundo en horas, con precisión y disciplina.

    Rousselin insiste en que la próxima etapa de la logística pasa por dos grandes ejes: digitalización y sostenibilidad. La trazabilidad en tiempo real ya es una realidad, pero el desafío está en integrar inteligencia artificial y sistemas predictivos que permitan anticipar picos de demanda, optimizar vuelos y reducir costos.

    La otra cara es la ambiental. Con más de 400 aviones en el aire y decenas de vuelos cada noche en Panamá, la huella de carbono es un reto. DHL ya avanza en programas de compensación y en el uso de combustibles sostenibles. “No se trata solo de mover al mundo rápido, sino de hacerlo de manera responsable”, resalta.

    Cuando el reloj marca las 3:00 de la madrugada, el turno nocturno aún no termina. En la rampa, los reflectores siguen iluminando el fuselaje amarillo de un 767 que está a punto de partir. Los operadores cierran el último contenedor, la báscula transmite el peso exacto al sistema, y un supervisor confirma que todo está en orden.

    En dos horas más otro turno tomará el relevo. La operación no se detiene porque el mundo no espera.

    “Cada paquete cuenta una historia: alguien en otra parte del mundo lo está esperando”, dice Pablo Rousselin antes de despedirse. Con esa frase resume la razón por la cual Panamá, desde la oscuridad de sus madrugadas, se ha convertido en la logística que mueve al mundo.


    Fotos de Aris Martínez

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