Por ROXANA MUÑOZ
Fotos SUSANA ARAMBURÚ
Hace 45 años, un joven ingeniero civil empezó su empresa. La nombró con su apellido: Bern, que significa oso y lo escogió como emblema. Empresas Bern es hoy una de las marcas más reconocidas en construcción y hotelería en Panamá. En mayo, Herman Bern mereció por su aporte a la industria hotelera el premio latinoamericano Hola. Un año antes lo recibió Ricardo Poma.
Tiene 50 años de ser socio del Club de Golf, pero no se define como golfista: “No iba a perder la oportunidad de hacer cosas con mi familia los fines de semana para jugar golf”, dice.
Entre esas cosas sigue estando viajar. Poder convalecer junto a su familia le permitió rehabilitarse con éxito después de 58 días en cuidados intensivos por la Covid-19. Su familia también está en el centro de su negocio, fundado junto a su esposa Miriam.
Sus cuatro hijos, José Manuel, Ingrid, Herman Jr. y Jacqueline, trabajan en la empresa familiar.
En sus años formativos ¿cuáles fueron las bases que sentaron su carácter y le permitieron convertirse en la persona que es hoy?
Para mí fue importante tener metas definidas. Con 16 o 17 años empecé a trabajar en los veranos, en bombas de gasolina y en construcción.
En uno de esos veranos me tocó trabajar en una carretera en Potrerillos, Chiriquí, y me gustó ese ambiente.
Decidí ser ingeniero civil. Me propuse otras metas como viajar y, al cumplirlas, me dispuse a formar una familia.
¿Cómo ocurre ese paso de ingeniero civil a empresario?
Siempre he sido bastante inquieto. Nunca conformista. Al regresar a Panamá yo tenía el compromiso de trabajar para el Gobierno porque me fui a Inglaterra con una beca. Trabajé en Aguadulce y en el Ministerio de Obras Públicas. Dio la casualidad de que en ese tiempo estaba en planeamiento la concesión del puerto de Vacamonte y la formación de la hoy Autoridad Marítima. En el Ministerio de Obras Públicas, con una especialidad en ingeniería marítima, yo era la persona con más estudios en esos temas, así que me asignaron. Al cumplir el compromiso, que era trabajar por un año, me fui al sector privado. Me tocó trabajar del otro lado, con el diseño de planos y su ejecución, así como la documentación y licitación para el puerto de Vacamonte. Alrededor del año 1978 decidí empezar mi empresa. Pequeña, pero con la idea de crecer. Empecé con proyectos de remodelación. Recuerdo que hice una adición de una recámara a la casa de Billy Ford.
PARA MI ESPOSA Y PARA MÍ EL TRABAJO NO HA SIDO UNA CARGA.
LAS COSAS LAS HACEMOS CON ENTUSIASMO Y MIS HIJOS CRECIERON EN ESE AMBIENTE. DESDE CHIQUITOS IBAN A LAS OBRAS.
Usted ha ido un paso adelante en los campos que ha estado. ¿Cómo lo hizo?
En 1982 habíamos comprado un terreno en El Cangrejo para hacer un pequeño edificio de apartamentos. Teníamos el financiamiento preaprobado, pero la preventa estaba difícil. Decidí que nos lo quedaríamos y lo administraríamos como un apartahotel. Después El Cangrejo se llenó de apartahoteles, pero el nuestro fue de los primeros: el Suites Ambassador.
Nos fue bien con ese proyecto y nos despertó el gusanito del turismo. Cuando se nos presentó la oportunidad de comprar el terreno donde estamos ahora, año 1992, sabíamos que con esta vista al mar era ideal para un hotel.
Le agregamos también dos condominios…
¿Unió el hotel con un proyecto inmobiliario?
Sí, antes ya habíamos hecho proyectos en Marbella y en La Alameda. Todo lo que sacábamos de un proyecto lo invertíamos en otro. La idea era crecer. Después del Miramar nos propusimos hacer un hotel casi cada dos años.
Sus hoteles operan bajo sellos como Marriott, Westin y Le Meridian. ¿Cómo se decide por las franquicias? Teníamos casi listo el hotel Miramar), pero necesitábamos experiencia. Conseguí un asesor, un experto en hoteles. De entre sus muchos consejos surgió la idea de buscar una marca. Intercontinental estaba interesado en Panamá y
firmamos con ellos.
Para el mercado de Panamá es mejor tener marcas conocidas que te dan estándar y un nivel del servicio que debes ofrecer. Crecimos. En la medida que un hotel iba funcionando pudimos mostrar números positivos a los bancos y obtener nuevo financiamiento. Mantuvimos la construcción de condominios como nuestra punta de lanza. La gente nos conoce más por los hoteles, pero si hemos construido 10 hoteles, hemos hecho 200 condominios, también centros comerciales y hospitalarios como Royal Center, el centro comercial El Dorado y Town Center.
Uno de sus proyectos más innovadores fue el hotel Gamboa, en la selva panameña, ¿cómo surge esa idea?
Siempre he sido bastante osado, no he sido más porque no me han dejado (mira a su hija Jackie, quien le sonríe de vuelta). Cuando hicimos Miramar pasé muchas noches mirando al techo, pensando cómo resolver problemas financieros. Aunque era el primer edificio de 55 pisos en Panamá, los problemas de ingeniería de alguna manera los conoces y resuelves.
Gamboa surgió de un viaje que hicimos a Costa Rica en familia. Fui a recorrer Costa Rica. Vi lo que estaban haciendo; muy enfocados en la naturaleza, pero con hoteles pequeños.
Regresé convencido de hacer algo mejor aquí. Soy orgulloso de Panamá y de lo que tenemos. En esa época se estaban revirtiendo los
terrenos del Canal y fui a hablar con el doctor [Nicolás Ardito Barletta. Cuando le conté me dijo: “pero, Herman…”. Pensó que estaba loco.
Hay dos proyectos para mí muy especiales. Miramar porque fue el primero y Gamboa porque fue hecho siguiendo el corazón.
El mercado de hoteles sigue estando en la ciudad Panamá. Me encantaría hacer algo en Chiriquí, pero es un mercado para hoteles pequeños, ocupados en ciertas épocas del año.
LA GENTE NOS CONOCE MÁS POR LOS HOTELES… SÍ, HEMOS CONSTRUIDO 10 HOTELES, PERO HEMOS HECHO 200 CONDOMINIOS, TAMBIÉN CENTROS COMERCIALES Y HOSPITALARIOS COMO ROYAL CENTER, EL CENTRO COMERCIAL EL DORADO Y TOWN CENTER.
Lleva años apostando por el turismo, ¿por qué?
En Panamá no se le ha puesto suficiente atención al turismo. Antes, cuando estaba la Zona del Canal, había esa idea de que no necesitábamos promoverlo. Los gringos ya estaban aquí.
El turismo es una industria que trae divisas. Emplea personas en todos los niveles y genera ingresos a productores locales; basta con mirar estadísticas de cuántos huevos, cuántas libras de arroz o de plátano se usan en un día.
El turismo también beneficia a taxistas, restaurantes y a los guías; cuando sumas eso puede llegar a ser mucho más de lo que genera el Canal.
Como proyecto de responsabilidad social ustedes tienen escuelas, ¿cómo surge ese interés?
En el año 1997 decidimos concentrar nuestros esfuerzos sociales a través de una fundación, que dirige mi esposa Miriam. Escogimos un tema que ya estábamos trabajando: educación. Creo en la educación. Tuve la oportunidad de educarme bien, primero en la Universidad de Panamá y luego en Inglaterra.
Cuando hicimos el primer colegio en Las Mañanitas la idea era empezar con una escuela pequeña que pudiera crecer y dar educación de calidad. Quiero que ese siga siendo el objetivo. Buscamos a los mejores alumnos del área y los traemos a nuestra escuela. Me encantaría tener 10 escuelas, pero no todos los intentos han resultado. Tenemos tres escuelas y una escuela de construcción con cursos específicos.
«Desde muy joven trabajé en una bomba de gasolina y en construcción,
así supe que quería ser ingeniero civil. Mi visión era crecer y no ser conformista. Hice una maestría en Inglaterra. Al regresar a Panamá tenía el compromiso de trabajar para el Gobierno. Se estaba planeando la concesión del puerto de Vacamonte y yo tenía estudios sobre el tema”.
También está la escuela de hotelería…
Allí entrenamos al personal de los hoteles y la hemos abierto para quien quiera estudiar. Me gustan las oportunidades que da la educación técnica. Nuestro programa más exitoso consistió en tomar a muchachos de secundaria que aún no tenían un plan de vida y convertirlos en tres meses en bartenders para ganar dinero y buenas propinas. Muchos vuelven por otros cursos cortos.
La educación es fundamental. Esta mañana me enviaron información de un seminario de agricultura, tema que me interesa. Al leer el programa no vi nada de educación. Boquete es un área de gran producción agrícola y no tiene una escuela de agricultura. Habría que preguntarse si la juventud está estudiando lo que para Panamá es importante.
Sus cuatro hijos participan en la empresa familiar, ¿cómo los involucró?
Por allí los oí decir que les hemos lavado la cabeza (sonríe). Para mi esposa y para mí el trabajo no ha sido una carga. Las cosas las hacemos con entusiasmo y mis hijos crecieron en ese ambiente. Desde chiquitos iban a las obras. En este negocio no solo hay que manejar la parte de ingeniería o la construcción; también está la financiera, la de recursos humanos. Cada uno ha podido encontrar lo que le gusta.
No quisiera hablar más de la pandemia, pero para usted significó 58 días en cuidados intensivos. ¿Cómo fue su rehabilitación?
Todavía vemos los embates de la pandemia en el desempleo y en la
informalidad del empleo que trae una serie de problemas.
Nunca había estado en un hospital, a excepción de una operación de amígdalas cuando era chiquito. No me di cuenta de mucho porque estaba en coma. Cuando recuperé la conciencia había perdido la fuerza muscular. No podía ni sostenerme en pie, me iba de bruces. Tenía la hemoglobina en 8. Pero estaba vivo y me propuse recuperarme.
Tuve un programa de rehabilitación intenso: caminaba, levantaba pesas. El terapeuta físico venía a casa todos los días. Conté con el apoyo de la familia. Como esto pasó en marzo de 2020 estuvimos juntos en una gran burbuja familiar durante 10 meses.
Cada día que despierto recuerdo que pasé por eso. Hoy trato de hacer más cosas por mí. Solo estoy hasta el mediodía en la oficina. Trato de ir al gimnasio a diario. Creo que hasta estoy en mejor forma física que antes.
EL TURISMO ES UNA INDUSTRIA QUE TRAE DIVISAS. EMPLEA PERSONAS EN TODOS LOS NIVELES Y GENERA INGRESOS A PRODUCTORES LOCALES. BENEFICIA A TAXISTAS, RESTAURANTES Y A LOS GUÍAS; CUANDO SUMAS ESO PUEDE LLEGAR A SER MUCHO MÁS DE LO QUE GENERA EL CANAL.
¿Y cómo enfrentaron sus empresas la pandemia?
Antes de la pandemia, entre los años 2018 y 2019, yo podía prever una cierta caída de nuestra economía. Cuando llegó, ya habíamos bajado el ritmo de construcción. Los años 2014 a 2017 fueron de muchos proyectos y vimos que no era sostenible. Aunque como empresa tenemos una capacidad grande para hacer varias cosas a la vez, si no hay un mercado no es sostenible.
Recientemente le otorgaron el premio Lifetime Achievement Award de HOLA, por su contribución a la industria hotelera ¿cuéntenos de esa distinción?
La organización Hotel Opportunities Latin America reúne anualmente en Miami a ejecutivos, inversionistas y desarrolladores de hotelería. Tengo muy buena relación con las cadenas de hoteles. He sido presidente de los dueños de hoteles para América Latina de Intercontinental.
Mi hijo Herman, quien hoy maneja los hoteles, también está en varias juntas directivas de Marriott para América Latina y de Intercontinental. Fuera de Panamá mucha gente nos conoce. Es un premio muy bonito, de mucha distinción. La entrega se hizo en mayo, justo regresábamos de un viaje de promoción de Panamá por Texas.
¿Cuál es su visión para los siguientes años de grupo Bern?
Vamos a tener un poco de turbulencia económica en el país. Aunque Panamá
siempre logra salir adelante, hay temas generales a los que hay que poner atención, como la educación. En nuestro negocio de nada sirve tener mucha capacidad de construcción si no encontramos suficiente gente con la capacidad de comprar.
Los costos de la construcción siguen aumentando. No es un momento para crecer.
Los hoteles dependen de los turistas. Primero hay que traerlos. Tenemos un equipo muy entusiasta que está en esa búsqueda y cuando sale (internacionalmente) se pone el sombrero de Panamá.
Nos gusta la idea de manejar convenciones pequeñas de 200 a 300 personas. Esas se hacen más veces al año. La gente tiene una gran necesidad de salir y reencontrarse, lo vimos ahora que fuimos a Roma. Todo lleno.
Para el futuro tenemos en Empresas Bern una nueva generación que está siguiendo los pasos y haciendo cosas nuevas. Quiero apoyarles en todo lo que pueda.