jueves, diciembre 5, 2024

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    ‘Entre manos al corazón’ — Tailandia

    Me voy para Tailandia. ¡Oh, wow, eso está lejísimos! ¡Siempre me ha llamado la atención, pero seguro es muy complicado llegar! Esas son las dos respuestas que más recibí cuando contaba que me iba para el otro lado del mundo a descubrir un nuevo país comiendo. Acá, de la manera más directa, te cuento los highlights.

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    Volé directo de Panamá a Estambul por casi trece horas. Esperé ocho horas (aunque hay conexiones más cortas), y aquí la aerolínea Turkish Airlines te ofrece salir a dar una vuelta por la ciudad sin costo adicional, o puedes quedarte como yo en el lounge de la aerolínea, que tiene más de diez estaciones de comida y entretenimiento. Yo, por ser PreferMember StarAlliance Gold de Copa Airlines, tengo esos beneficios. El aeropuerto, en general, tiene muchísimas opciones para pasar el rato.

    Luego sale el siguiente vuelo de casi nueve horas y ya estás en Tailandia.

    ¿Cómo organicé el viaje?

    Siempre lo tengo claro. Mi manera de viajar es mezclar naturaleza y ciudad, con la gastronomía como hilo conductor. Luego de leer muchos artículos de medios y periodistas con trayectoria y mérito, preguntarles a amigos, ver TikToks y videos en YouTube, encontré que Chiang Mai, una ciudad montañosa con clima más fresco que el resto del país (factor muy importante cuando salgo de mi querido horno panameño) y origen de mucha inspiración para cocineros en el resto del país, era el lugar adecuado para empezar a morder.

    Aquí, al igual que en uno de sus platos insignia, el Khao Soi, que es un curry de fideos con un caldo cremoso de coco, acompañado de pollo o carne de res, fideos crujientes y una variedad de condimentos como encurtidos, chalotas (familia de la cebolla con sabor más suave y dulzón) y limón, se combinan con real perfección muchos ingredientes: templos centenarios junto a cafés de especialidad donde todo el proceso es un verdadero ritual de cuidado y enfoque en que conoces los mejores cafés del mundo; mercados vibrantes junto a bares de coctelería con solo diez puestos, donde el arte y el detalle son poco vistos; calles pequeñas que conectan galerías de arte con las incontables salas de masajes donde puedes desconectarte un rato por solo 8 dólares. En fin, de caminar sin mucho plan y parar donde algo llama la atención o llegar primero a las fosas nasales. Descubrir y disfrutar.

    “Es un país de manos juntas al corazón para saludarte y manos juntas en el corazón para despedirte. Tailandia es puro corazón y sazón».

    De las muchas experiencias culturales y gastronómicas que tuve, me centraré en llevarte una que puede agregar mucho valor a tu vida: visitar un verdadero santuario de elefantes.

    Los elefantes duermen en promedio 4 horas al día y pueden vivir hasta los 50 años, cuando dejan de reproducirse. Rescatar (que es básicamente comprar) un elefante adulto en Tailandia puede costar hasta 10,000 dólares. Los más codiciados son los elefantes pequeños, que logran costar hasta 100,000 dólares, ya que pueden ser “entrenados” fácilmente para hacer lo que sea. Conocí a uno pequeño y hermoso llamado “TikTok” porque la red social fue la patrocinadora del rescate.

    Aquí, en Elephant Nature Park, visitas un santuario de elefantes donde no puedes tocarlos, ni darles de comer, y tampoco montarlos. Ese hermoso sentimiento de no poder hacer lo que uno quisiera, porque justamente es lo correcto, es el que te conecta aún más.

    Los elefantes africanos son más altos, con orejas más grandes en forma de continente africano, llegan a 4 metros de altura y son un metro más altos que los asiáticos. La trompa es distintiva porque los africanos tienen dos “dedos” que les permiten agarrar cosas con mayor facilidad, mientras que los asiáticos tienen solo uno en la punta.

    Se calcula que solo el 10% de los llamados “santuarios” que promueven el turismo animal en Tailandia son verdaderamente éticos y no explotan a los animales. Yo me tomé el tiempo suficiente para investigar antes de llegar. Los invito a hacer este mismo proceso de descarte para todo lo que involucre animales en tu próximo viaje, sea donde sea.

     

    Gaggan
    Número ocho del mundo

    Te sientas. Suena la música. Observas a un equipo con sus instrumentos organizados e ingredientes en diferentes lugares. El lugar es oscuro.

    Puedes haber llegado con seis amigos, como yo, pero al entrar te encuentras sentado en una mesa en forma de “U”, donde la atención está 100% hacia enfrente. Ya solo tienes a dos amigos a tus lados. Eres parte. Ahora tienes al equipo intercultural de la cocina de Gaggan, liderado por Fábio Costa, un joven portugués llamativamente apuesto que jala miradas iniciales de cualquier comensal. La cosa se vuelve más teatral e íntima. Desde el inicio, sientes que todo está fríamente calculado.

    Empieza el menú de comida y música de poco más de 20 tiempos, donde comes con la mano o metes la lengua directamente al plato.

    Lo más conocido de Gaggan, por su aparición en lo que fue, en su momento, una de las series más vistas y comentadas en el mundo, Chef’s Table de Netflix, es que nació enCalcuta, India, practicó con FerránAdrià y empezó a jugar con la gastronomía molecular en India, destacándose rápidamente por su “creatividad radical”.

    Luego de disfrutar platos como el girasol de espárragos en diferentes texturas y un erizo de mar con kiwi que sorprende a cualquiera, mientras te invitan a aplaudir y cantar, sientes que la energía no se complementa sin la tuya. Te sientes parte. Te comprometes. Te han ganado. La energía creativa que se respira en este espacio es muy potente.

    Luego muerdes un waffle de foie gras y café y sientes que la experiencia completa es como escuchar una canción que no conoces, pero te gusta el ritmo. Es pensar “¿qué sigue?” una y otra vez. Es abrir la mente a una forma ligeramente distinta de disfrutar un plato de comida.

     

    Chef Pam – Restaurante Potong
    Creatividad familiar

    La chef Pichaya Utharntharm fue la chef más joven en recibir el premio de Apertura del Año otorgado por Michelin en Tailandia, junto con una estrella Michelin para su restaurante, que celebra sus orígenes chino-tailandeses en un edificio familiar renovado de los años 20, que funcionaba como farmacia con brebajes de recetas familiares.

    Un día, decidió no solo plasmar su creatividad en un concepto redondo y familiarmente creativo, sino también rescatar su patrimonio cultural familiar.

    Aquí te reciben en lo que era el despacho de brebajes en el primer piso, con un coctel, para luego subir por escaleras empinadas y estrechas (no quise usar el elevador) a los diferentes espacios, que estuvieron cerrados por muchos años mientras el lugar estuvo alquilado.

     

    Chef Ton – Le Du & Nusara
    Organizado, disciplinado, líder, detallista

    La sonrisa característica del chef Ton la puedes encontrar en un cartón de leche de coco en el supermercado o en sus restaurantes galardonados con estrellas Michelin y mencionados en listas internacionales.

    Empujan la nueva tendencia de desarrollar, en un solo edificio, diferentes espacios en cada piso. En Nusara, entras a un bar donde disfrutas de un coctel inspirado en el Tom Kha, que es una sopa de leche de coco cargada de hierbas. Luego subes al salón y disfrutas de un curry de cangrejo con horseshoe crab excepcional. Al final, puedes subir al último piso y disfrutar de una vista privilegiada al Rattanakosin, con varios de los templos más famosos de Bangkok.


    Fotos cortesía y Unsplash

     

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