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    La exquisita Burdeos

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    Por JOSÉ RAMÓN MENA

    En lo que respecta al mundo del vino, Francia es sinónimo de tradición y calidad inigualables. Y dentro de Francia, Burdeos representa la exclusividad y es el referente de algunos de los mejores vinos del mundo. Como un apasionado de la cultura vinícola, visitar Burdeos era una experiencia obligada para mí. Aunque las expectativas eran altas, no nos decepcionó en absoluto.

    Al llegar nos recibió Jean Baptiste Audy, nuestro anfitrión y dueño del prestigioso Chateau Bonalgue, ubicado en Pomerol, una de las zonas vinícolas con mayor crecimiento en la actualidad. Él se encargó de coordinar visitas a algunas de las bodegas más exclusivas del mundo para nosotros.

    «COMO ENAMORADO DE LA CULTURA DEL VINO, BURDEOS ERA UNA VISITA OBLIGADA EN MI LISTA Y NO ME DEFRAUDÓ EN LO ABSOLUTO. UNO DE LOS MOMENTOS MÁS MEMORABLES FUE RECORRER EL PRESTIGIOSO CHATEU CLOS FOURTET”.

    El recorrido por la región es un verdadero laberinto de viñedos interminables, donde de vez en cuando emergen majestuosos chateaux que evocan la grandeza de una tierra dedicada a la creación de vinos excepcionales. En cada rincón se respira cultura y tradición vinícola. Siglos de historia se entrelazan con los procesos más modernos de vinificación, dando como resultado productos de una calidad extraordinaria. Y si a todo esto le añadimos el orgullo que se siente en estas bodegas exclusivas, el resultado es prácticamente insuperable.

    Petrus, Chateau Clos Fourtet, Ángelus, Chateau Canon, Chateau Pichón Comtesse, Chateau Latour, Chateau Kirwan, Cheval Blanc y Chateau Margoux, entre otros, eran nombres que parecían inalcanzables al principio, pero poco a poco fueron apareciendo en nuestra ruta de ensueño. Tener acceso a algunas de las mejores bodegas del mundo y a sus vinos fue un privilegio que nos permitió, por momentos, formar parte de ellas.

    Clos Fourtet 2009, Grand Cru.

    100 puntos por PARKER

    MI FAVORITO. Un vino intenso y aterciopelado, con un nivel de acidez perfectamente equilibrado, abundantes notas de roble y, por supuesto, matices minerales.

     

    Uno de los recorridos más especiales sin duda fue en Saint Emilion, junto a sus alrededores y sus icónicos vinos. Chateau Clos Fourtet nos abrió sus puertas para que pudiéramos conocer de primera mano sus instalaciones y deleitarnos con varias de sus mejores cosechas. Sus vinos cuentan con una de las clasificaciones más exclusivas de la región, siendo Grand Crus Classes B, una distinción que solo ostentan 13 productores.

    Con 20 hectáreas de viñedos, en los que se han encontrado cepas que datan de la época romana, y sus instalaciones amuralladas llenas de historia, ubicadas en el centro de Saint Emilion y frente a la iglesia local, este antiguo fuerte militar se ha convertido en un referente de vinos extraordinarios.

    La familia Cuvelier, propietaria de la bodega, aplica numerosos métodos orgánicos y biodinámicos que, combinados con las características calcáreas del terroir, otorgan a sus grandes vinos una complejidad exquisita y un gran potencial de envejecimiento.

    Después de las explicaciones históricas y técnicas, llega el momento más emocionante y, sin duda, mi parte favorita: adentrarnos en las entrañas de la bodega, donde resguardan y añejan durante años en barricas, principalmente de roble francés, sus preciados vinos. Es como adentrarse en catacumbas excavadas en el subsuelo, bajo los cimientos del antiguo fuerte. Estos espacios místicos, robados a la roca, albergan cientos de barricas perfectamente alineadas, consumiendo poco a poco el tiempo de la historia. Uno no puede evitar imaginar los diferentes usos que tuvieron esas cuevas siglos atrás y la audacia de quienes, de manera rudimentaria, extrajeron toneladas de caliza.

    EL 80% DE LAS PLANTACIONES DE CLOS FOURTET están dedicadas a la variedad de uva Merlot, mientras que el resto corresponde a Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon. Sus vinos cuentan con una de las clasificaciones más exclusivas de la región, siendo Grand Crus Classes B, una distinción que solo ostentan 13 productores.

    Si bien tuvimos la oportunidad de catar y compartir varias de sus mejores añadas, debo reconocer que el vino de 2009 se convirtió en mi preferido. Un vino intenso y aterciopelado, con un nivel de acidez perfectamente equilibrado, abundantes notas de roble y, por supuesto, matices minerales. Marida a la perfección con carnes rojas y se complementa de manera excepcional con algunos chocolates.

    En definitiva, este vino se destaca como uno de los mejores, y el hecho de que haya recibido 100 puntos por parte de Parker lo consagra aún más. Es un auténtico ganador entre los vinos más destacados del mundo.

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