Hay experiencias que se guardan en la memoria, no sólo por lo que se ve o se prueba, sino por cómo te hacen sentir. En mi recorrido por más de 60 bodegas alrededor del mundo, pocas visitas han dejado una huella tan humana y sincera como la que viví en Bodega Bressia, en Mendoza, Argentina. La calidad y el cariño con la que transmiten una historia de trabajo y dedicación es parte de las notas de cada copa de vino.
Ubicada en Agrelo, Luján de Cuyo, esta bodega boutique familiar, fundada en 2001 por el renombrado enólogo Walter Bressia, se ha ganado un lugar privilegiado entre los vinos de autor más auténticos de Argentina. Pero Bressia es mucho más que vinos premiados, es una historia de sueños, miedos, coraje, familia y un profundo respeto por el vino como arte y legado para próximas generaciones.

Walter Bressia ha trabajado incansablemente en 48 vendimias (el tiempo en Bressia no se mide por años, sino que se hace en vendimias), en la industria vitivinícola argentina, en bodegas como Nieto Senetiner y Viniterra, siendo pionero en la introducción del concepto de “vino de autor”, promoviendo partidas limitadas con identidad propia.
Nacido en Mendoza, estudió enología y construyó una carrera guiada por la calidad y la innovación. Viajó por Europa, donde se inspiró en las bodegas familiares del viejo mundo, desarrollando una profunda convicción sobre el valor del terroir y el trabajo en familia. Fue pionero en priorizar la calidad antes que la cantidad, y es parte de la generación dorada de enólogos que posicionó a Argentina en el mapa mundial. Esa experiencia sigue marcando el carácter y la identidad de Bressia Casa de Vinos.
Y no fue hasta 2001 cuando fundó su propia bodega —con el compromiso y apoyo familiar—, y con un sueño único que nace del corazón y de la pasión: hacer vinos con alma, en familia y con absoluta independencia creativa.
Un vino, una filosofía
Hoy, Bressia Casa de Vinos es un legado vivo en que la familia en su conjunto participa de forma integral y activamente en cada proceso de producción y gestión. Marita Bressia, quien me atendió personalmente para esta entrevista, está al frente del área comercial y exportaciones; Walter hijo lidera la supervisión de los viñedos; Álvaro explora nuevos terroirs, y Antonella es la joven enóloga, que junto con su padre son responsables de la calidad de sus vinos. Cada uno con pasión y dedicación, y orquestados por don Walter, aportan valor a una historia compartida.
La viña no busca volumen. Produce alrededor de 450.000 botellas al año, enfocándose en la calidad. Cuentan con un viñedo propio de 10 hectáreas en Agrelo y trabajan con productores del Valle de Uco desde hace más de 20 años. Esta relación estrecha con viticultores de confianza y larga trayectoria garantiza el acceso a uvas de calidad superior.
Reconocimientos y presencia global
Los vinos de Bressia han conquistado paladares internacionales y han obtenido puntuaciones sobresalientes y figuran en cartas de prestigio. Marita nos compartió que también han sido protagonistas de catas privadas, ferias internacionales y eventos gastronómicos selectos. Casi todas sus etiquetas tienen más de 90 puntos, y destacan los 95 puntos de Bressia Profundo y Bressia Conjuro, y los 94 puntos de Tim Atkin para Lágrima Canela, el vino blanco más consentido de la bodega y uno de los mejores vinos blancos de Argentina.
Exportan aproximadamente el 40 % de su producción a más de una docena de mercados, entre ellos Estados Unidos, Canadá (British Columbia), el Reino Unido, Alemania, Suiza, Italia, Grecia, Brasil, Perú, Uruguay, México y Panamá. En este último, Bressia tiene presencia consolidada gracias a su alianza con Felipe Motta y restaurantes de alto nivel como Los Años Locos, Cantina del Tigre y Ezpeziak, entre otros.
Vinos complejos, memorables y honestos, elaborados con mínima intervención y una filosofía que privilegia la expresión del ‘terroir’.
Algunas de sus etiquetas destacadas son:
El Bressia Profundo, que por cierto es mi preferido, fue el primer vino de la casa, lanzado en 2001. Un blend de malbec, cabernet sauvignon, merlot y syrah, que según nos cuentan no sólo les abrió mercados, sino que simbolizó una declaración de principios. Para Walter, esa botella representa una experiencia personal inolvidable.
Bressia Conjuro, un vino tinto blend más introspectivo y sofisticado, elaborado con uvas de viñedos situados a 1.100 metros de altura de la región de Tupungato, y cuya crianza se da durante 18 meses en barricas de roble francés y americano, para después pasar a una guarda de 24 meses. Un vino que rebosa complejidad y elegancia.
Bressia Última Hoja, quizá el vino más exclusivo y emblemático de la bodega, de producción limitada. Un tinto blend de alta gama que refleja el sentimiento artesanal y la búsqueda de lo mejor. Una joya en su categoría que transmite pasión por lo exclusivo.
Lágrima Canela, blend blanco, elegante y complejo, de uvas chardonnay y semillón, provenientes del Valle de Uco con crianza durante 14 meses en roble. Es uno de los blancos más emblemáticos de Argentina y ha sido reconocido por importantes críticos internacionales.
En definitiva, cada botella lleva el apellido familiar y es un símbolo de compromiso con la excelencia y la autenticidad. Y detrás de cada etiqueta hay una historia que contar, en donde la impronta individual de cada miembro de la familia se hace sentir: desde los viñedos seleccionados hasta los procesos minuciosos de vinificación, crianza y embotellado.
Una experiencia enoturística íntima…
Bressia Casa de Vinos recibe más de 350 visitantes al mes en una experiencia íntima, diseñada como si se tratara del living de su hogar. Las visitas, personalizadas y en grupos pequeños, están guiadas por miembros de la familia o su equipo directo. Se recorren viñedos, cava y se degustan vinos acompañados de relatos que conectan la tierra con la mesa.
Durante la pandemia adquirieron un nuevo viñedo de 10 hectáreas, hoy convertido en un espacio para reconectar con la naturaleza y explorar nuevas posibilidades. Su restaurante, con 200 cubiertos mensuales, ofrece una atención cercana y profesional, reforzando la experiencia memorable.
Para Walter Bressia, el vino es un ser vivo: se trabaja con mínima intervención, fermentaciones naturales y crianza prolongada en roble. Cada etiqueta transmite una filosofía: compartir, unir, brindar con propósito.
Más que una bodega, Bressia es el reflejo de una familia que eligió vivir su sueño en cada racimo. En un mundo acelerado, su propuesta invita a valorar el tiempo, el legado y la sensibilidad. Visitarla no es solo una cata: es un diálogo con el pasado, un homenaje al presente y una emoción que se queda en la memoria de cada copa.
Fotos cortesía