POR: PAOLA REYES CORRÓ
Asesor culinario / @otraespecia
Aunque admito que me faltó calle –porque sigo sin haber pisado una taquería de verdad– sí pateé la calle. Por primera vez caminé la ciudad sin miedo: crucé grandes avenidas, recorrí colonias y paseé entre parques.
POLANCO Y POLANQUITO
Primero nos quedamos en Polanco para vivir la colonia más lujosa de la ciudad: fresa por excelencia, presumida en su oferta comercial, multicultural por los diferentes grupos religiosos que la habitan y muy verde gracias a las suntuosas plantas y árboles que la acicalan.
El atractivo más lindo de Polanco es justo su paisajismo, porque permite caminatas entre follaje y bajo sombra natural. Algunas de esas caminatas deliciosas terminan en Polanquito. Esta sub-zona de Polanco abarca varias callecitas con un sinfín de cafés y restaurantes cuyos comedores se desplazan hasta las aceras bajo toldos y techos improvisados.
Ahí, entre muchos, destaca Licorería Limantour: un pequeño bar de mixología cuya primera sede abrió hace más de una década en la colonia Roma Norte. Limantour es el sexto mejor bar de Latino América según los San Pellegrino 50 Best y aunque el papel aguanta todo, su elaborada carta de cocteles lo deja muy claro.
Los jugos, siropes, sales y guarniciones se hacen en casa para complementar el sabor ahumado de mezcales, el fuego de los tequilas o de cualquiera de los alcoholes clásicos. A la carta de cocteles le acompaña el menú de pintxos, abrebocas y platos pequeños creados para complementar las bebidas sin opacarlas. Limantour es el típico lugar donde quieres probar todo y terminas pagando la gula con un caminar tumbao un par de horas después.
A unas pocas cuadras de Polanquito, cruzando la Avenida Presidente Masaryk y escondido tras un paredón moderno y
minimalista, está el restaurante no. 8 de Latino América. Ahí entre vigas de madera y follaje tropical, se asoma el nombre Pujol con tipografía contemporánea sobre cemento pulido.
El menú es igualmente sofisticado, minimalista, moderno y obviamente delicioso. Enrique Olvera propone una nueva mirada al producto y gastronomía de México a través del uso de hierbas endémicas, como el romerito en preparaciones que no parecen mexicanas. Así mismo, presenta platos típicos como el mole –que tradicionalmente acompaña a una proteína– como personaje principal.
No es sorpresa que este plato es la estrella de Pujol, si en el menú se lee “mole madre de 2,781 días” y si solo lo acompañan un mole nuevo y una tortilla de hoja santa.
Aunque en los últimos años Olvera agregó un menú de degustación estilo omakase que solo se sirve en la barra, esa noche elegimos el menú de degustación clásico, desarrollado a base de siete tiempos con aproximadamente 12 platos. El menú cambia regularmente y nuestra visita fue muy oportuna porque se enfoca en mariscos y vegetales.
Enrique Olvera abrió en 2014 cosme, en Nueva York, su primer restaurante fuera de méxico.
LUGARES PARA QUEDARSE:
- CASA TEO
Polanco
Airbnb por Enrique Olvera de diseño minimalista con influencias japonesas, cocina y comedor integrados para ser el enfoque del espacio.
- CASA 9
La Condesa
Boutique Bed & Breakfast de solo 6 recámaras y arquitectura mexicana moderna.
OTROS RESTAURANTES Y CAFÉS RECOMENDADOS:
- 1985 Anti Fine Dining
- Meroma Mx
- Eno
- Tetetlán café
- Cevichería La Quebrada
- Em
- Panadería Rossetta
PARA COMPRAR:
- Tienda Comala
Vinos mexicanos. - Jarilla
Café y tienda de productos artesanales mexicanos o hechos en el mismo café. - SuperCope
Cooperativa de los dueños del restaurante Marigold con productos gastronómicos y utilitarios artesanales mexicanos.
ENTREMAR: EL HERMANITO EN LA SOMBRA DEL GIGANTE
Aunque Pujol es la estrella mexicana del fine dining, no es secreto que mucha más gente hace filas interminables para probar la icónica tostada de atún o el huachinango al carbón de salsa roja y verde del restaurante Contramar. La premisa es “o reservas tu mesa apenas reservas el vuelo a CDMX o te paras en fila en el pedazo de acera más codiciado de Roma Norte”. Nosotros decidimos ir contracorriente y visitar Entremar, el hermanito fresa de Contramar que queda en Polanco.
Gabriela Cámara, la genia detrás de estos restaurantes, logró crear una réplica exacta del menú con otra onda y ambiente. Recomendado reservar en la parte de arriba del restaurante, un tipo de terraza inventada en un estacionamiento, a la que solo se llega en carrito de golf. OJO: un almuerzo en cualquiera de los restaurantes no está completo sin un carajillo “shakeado” –el mejor que he tomado en mi vida–.
LA CONDESA
Luego de pasar dos noches en Polanco decidimos migrar hacia un área de la ciudad menos lujosa y más hipster: Condesa y Roma Norte. Estas colonias tienen “edge” – ese je ne sais quoi que solo tienen los barrios gentrificados que han evolucionado de barrio de clase trabajadora a barrio de artistas, y a barrio de inversionistas y airbnbs.
En La Condesa hay una cuadra que aloja tres de los lugares más hip del momento: Lardo, Café Milou y Hugo el Wine Bar. Con sus filas interminables y waiting lists de turistas hambrientos, Lardo se ha convertido en el lugar más codiciado para el brunch. Su oferta estilo americano de platillos de huevos, pastelería y emparedados es encantadora y satisface todos los gustos.
A unos pocos metros está Café Milou: mucho más pequeño, menos codiciado y con un menú reducido pero muy refinado de gastronomía francesa. En las mañanas es perfecto para un desayuno descomplicado de croissants, tostadas de aguacate, paté, quiche o parfait.
Justo al lado de Café Milou está Hugo el Wine Bar: un barcito de barrio que ostenta una carta impecable de vinos naturales, biodinámicos y mexicanos. El concepto está basado en un menú de platos pequeños de vegetales rostizados, crudos, mariscos, tartares y algunos platos más compuestos. Entre copas de vinos naranjas, música indie y la luz de una sola velita blanca en cada mesa, Hugo es el lugar perfecto para una cena romántica o una velada tranquila con gastronomía de primera.
ROMA NORTE
Podría dedicarle un libro al restaurante que me robó el corazón en CDMX: Después de varios años en una casita mínima que hoy en día aloja el restaurante Em, Máximo se mudó a un local semi industrial en Roma Norte. Lo primero que impresiona es la cocina de paredes de vidrio que da la bienvenida a los comensales por estar situada en toda la entrada del restaurante. Unos pasos más adelante se llega al comedor con piso de azulejos de barro, espacio de doble altura con techo de láminas de zinc arqueadas además de vigas y ductos expuestos. El ambiente industrial lo calma la luz natural que penetra cada esquina a través de un tragaluz gigante al fondo del restaurante, los potes de barro y el mobiliario de madera. Todo en este restaurante suspira sencillez y una elegancia entre líneas que se hace notar en la técnica de cada platillo. Quién pensaría que una tortilla de cangrejo con frijoles, nopales y romeritos opacaría a un sofisticado plato de sashimis.
Otro de los lugares insignia de Roma Norte es La Docena: un restaurante bastante casual pero no por eso menos sofisticado. El chef Tomás Bermúdez, quien ha cocinado más de una vez en Panamá con Mario Castrellón, creó una carta basada en producto local del Pacífico mexicano. Los ostiones frescos, las tostadas de atún y pulpo, los ceviches y aguachiles son perfectos para un happy hour entre mezcales y tequilas. El espacio es completamente abierto, con música divertida creando un ambiente que inspira a tomarse más de dos margaritas.
EL CAMINO MENOS TRANSITADO
Los restaurantes Marigold y Masala y Maíz de la chef mexicana Norma Listman y su pareja el chef Hindú Saqib Keval son el resultado de una combinación de dos culturas con una rica tradición gastronómica. Los menús de ambos restaurantes son una composición de producto y técnica mexicana con sabores y conceptos de India. Esta locura creativa resulta en platos como Samosas de Sudadera y Aloo Pepita o Pappad sobre leche de tigre y chilacayote. Recomendadísimas las quesadillas con chícharos y chutney verde en Masala Y Maíz. Ambos restaurantes son una experiencia única de la ciudad donde aún no llegan las manadas de turistas.