viernes, octubre 25, 2024

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    Viajar para morder

    Desde Buzios, despertando frente a una bahía que abraza el cuerpo, y situado a tres horas de la ciudad de Río de Janeiro, les escribo esta aventura carioca.

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    Estoy en Río de Janeiro, hospedado en Casas Brancas, un espacio naturalmente acogedor de 33 cuartos frente al mar con una positiva fijación en el trabajo artesanal que describiré más adelante. Tiene una estructura escalonada que divide los espacios y los hace completamente privados y acogedores a medida que te vas acercando a la costa. Se siente como una gran casa comunal que te invita a desconectarte.

    Delicias Artesanales

    Tengo solo ocho horas en este hotel boutique y ya he comido pan de masa madre con una consistencia magistral, helado de yogur ultracremoso, chocolates con cacao local y una gran —primera vez que no se me olvida—: pan de queso integral (pau de queijo) que he comido en mi vida, que en este caso era con semillas de ajonjolí y chía.

    Conexión con la Naturaleza

    Lo plausible es que tienen las herramientas correctas y genuinas para conectarnos con todo el detrás de cámaras de sus ingredientes y productores de cercanía. La cosa se pone aún mejor cuando traducen esa misma filosofía en la ambientación de los diferentes espacios, que son armoniosos porque se siente hogareño y lujoso, sin “pompas” innecesarias. Aquí se siente la madurez y confianza en todo lo que ofrecen, ya que son cuatro décadas que llevan en este arte de la hospitalidad.

    Casas Brancas ambiente hogareño y lujoso

    Mi Querida Madrugada

    Mi primera mañana, como de costumbre, me levanté un poco antes de las 5 con el sonido del mar como despertador y saludé al sol. Empecé calentando músculos en el compacto y completo gimnasio, para luego agarrar velocidad y hacer lo que llamo “mi corrida turística” por toda la costa, en un “2 en 1” que hago siempre que puedo y que me permite conocer los alrededores cuando lo están gozando solo unos pocos. Se siente especial.

    Sobre el Mar

    Una gran sorpresa fue que, luego de más de tres horas navegando con un sol potente alrededor de algunas de las más de 20 playas que se seccionan por diferentes lugares, llegas al hotel para tomar una pequeña siesta y luego disfrutas un menú degustación con maridaje de vinos a 24 °C frente a la costa, llena de barcos y luces. Ese cambio de temperatura entre día y noche es un bálsamo natural para la piel recién bronceada. El menú de seis tiempos estuvo guiado por un manejo de diferentes texturas excepcionales en sus entrantes con un hermoso enfoque vegetal. De sus principales destaco con bombos y platillos el calamar relleno de atún, con ajo crocante y falso caviar de ponzu. Sorprendido y salivando, pregunté más sobre el plato y me contó el chef que el calamar es de Arraial do Cabo, una ciudad muy cercana de donde estamos y que solo se consigue en una temporada muy corta.

    La Gente y su Pasión

    Aquí a la gente le gusta lo que hace; así de simple. Hablé con argentinos y brasileños de muchos lugares. Varios se mudan por la temporada alta, pero la gran mayoría se muda con ganas de tener una vida más balanceada. Ese es el ingrediente que le aporta una energía especial a este lugar que recomiendo como obligatorio a todo el que visita Río de Janeiro.

    Despedida desde la Costa Carioca

    Y así, desde aquí, terminando de digerir (porque ya venía mordiendo bastante) la energía de la “costa carioca”, ese balance entre el movimiento “acomparsado” de la ciudad de Río de Janeiro y el ritmo más melodioso de Buzios, me despido. En la televisión veo un comercial que dice lo que ya había escuchado antes: “Río de Janeiro es un país por sí solo. Uno enredado donde pasa de todo”.

    De sus principales platos del menú de degustación destaca el calamar relleno de atún, con ajo crocante y falso caviar de ponzu. Me contó el chef que el calamar es de Arraial do Cabo, una ciudad muy cercana de donde estamos y que solo se consigue en una temporada muy corta.

    Para comer en Río De Janeiro

    Espacios con ambiente y comida casual, de esos que puedes repetir dos veces en un mismo viaje y a los que volverías en tu siguiente visita. Si buscas fine dining, te refiero a Latin America’s 50 Best Restaurants. Si quieres una guía detallada con varias opciones, dependiendo de su reconocimiento, tienes la Guía Michelin y su aplicación para teléfono, que te recomiendo bajar, ya que es mi favorita. A diferencia de la anterior, es variada y hay para todos.

    Dainer

    Sin buscarlo, me tomé uno de los mejores cafés del viaje. Agarran el concepto estadounidense en un gran espacio abierto y le dan su onda carioca. Arrancan con café y brunch en un primer bloque y luego cambian a almuerzo y cocteles. Todo con la leña como elemento central. La focaccia con mortadela y stracciatella, y el emparedado de tamago frito, te lo explicarán todo.
    Lugar: Botafogo
    Instagram: dainer.restaurante

    Toto

    Si me preguntan un tipo de restaurante con el que me tengo que quedar, sería con todos los primos hermanos de este. Es lo que siempre busco cuando viajo. Se definen como un “neobistro” que tiene su origen en París con una nueva generación de chefs buscando llevar la buena cocina con servicio y precios relajados. Aquí te muestran el arte culinario tal como es. El chef Thomas es cuarta generación de la familia francesa Troisgros que hala estrellas Michelin y reconocimientos varios.
    Lugar: Ipanema
    Instagram: toto.ipanema

     Ocyá 

    Se diferencian de entrada por su tratamiento a los pescados madurados y charcutería del mar. La mortadela de dorado con pistachos, pan con carbón activado y mermelada están todavía extremadamente vivos en mi mente. Así de potente es este lugar.
    Lugar: Tienen dos. Uno en Leblon y otro en Ilha Primeira, que está a 40 minutos de Río.
    Instagram: ocya.rio

     


    Fotos Cortesía

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