jueves, junio 12, 2025

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    Lo falso ya no es inofensivo

    Lo que parecía una simple imitación hoy representa un riesgo real. Medicamentos adulterados, cosméticos tóxicos y productos falsificados financiados por mafias son parte de una economía paralela que crece sin control. Las redes sociales y el consumo desenfrenado han mutado a un fenómeno donde el consumidor es el último bastión de defensa.

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    “Nos dimos cuenta de que nadie estaba educando al consumidor”, dice Julie Mejía, vocera de la iniciativa “Lo falso te queda mal”, una campaña creada hace más de una década por marcas como Lacoste, Chanel, Louis Vuitton, Procter & Gamble y Johnson & Johnson. “Cada compañía tenía sus abogados y sus investigadores, pero el consumidor quedaba en una zona gris. Ahí decidimos entrar nosotros”.

    Al principio el foco era aspiracional. La idea era evitar que alguien comprara una cartera falsa creyendo que imitaba una original. Pero con el tiempo el panorama cambió radicalmente. Hoy, esa imitación puede costar vidas. En países como México se han incautado medicamentos adulterados con rastros de fentanilo. En Guatemala, cosméticos contaminados con bacterias han provocado daños irreversibles. Y en Panamá, dice Mejía, se han decomisado productos como champús rellenos con químicos desconocidos y bolsas de ostomía que representan un riesgo directo para la vida.

    “El consumidor ha evolucionado, pero el problema también. Antes hablábamos de estilo; hoy hablamos de salud pública y crimen organizado”, afirma Mejía. Por eso, la campaña está virando hacia un mensaje mucho más contundente: lo falso ya no solo te queda mal, te cae mal. Literalmente.

    Del glamur a la salud: cuando la falsificación enferma

    Las cifras ayudan a dimensionar el problema. Según la OCDE, el comercio de productos falsificados representa el 3,5 % del comercio mundial y genera pérdidas por 1,7 billones de dólares al año. Solo el sector del lujo pierde entre 40.000 y 50.000 millones de dólares anuales. Pero no es solo dinero lo que está en juego: es salud, legalidad, dignidad laboral y seguridad nacional.

    “La gente piensa que comprarse una cartera falsa es inofensivo. Pero esa cartera pudo haber sido ensamblada en condiciones inhumanas, por niños esclavizados o en lugares controlados por cárteles que también trafican armas y drogas”, advierte Mejía.

    En la última década, la representante de la campaña ha sido testigo directo de incautaciones que revelan la magnitud del problema. “Las autoridades han decomisado contenedores enteros con champús falsos, cosméticos contaminados, medicamentos adulterados e incluso arroz con partículas plásticas”, revela. En un caso reciente en Panamá, se encontró un cargamento que incluía ungüento mentolado, sachets de champú falsificados, monedas falsas y bolsas de ostomía de imitación. El problema no era solo la falsificación, sino la falta de respuesta institucional: “¿Dónde están los responsables presos? ¿Quién responde por lo que pudo pasarle a alguien que usara eso?”, cuestiona.

    “La gente piensa que  comprarse una cartera  falsa es inofensivo. Pero  esa cartera pudo haber  sido ensamblada en  condiciones inhumanas,  por niños esclavizados o  en lugares controlados  por cárteles que también  trafican armas y  drogas”.  Julie Mejía, representante de la campaña ‘Lo falso te queda mal’.

    En México, la campaña fue testigo del decomiso de medicamentos que contenían rastros de fentanilo, elaborados en las mismas máquinas utilizadas para drogas ilícitas. “Lo más grave es que eran pastillas de uso común, no recetadas. Nadie sospecharía de una aspirina”, dice Mejía. En otros casos han encontrado perfumes elaborados en condiciones insalubres, con residuos biológicos y heces de rata.

    Uno de los conceptos más alarmantes revelados por los equipos de investigación de estas marcas es el de la “cama caliente”: turnos laborales forzados donde trabajadores duermen y trabajan en la misma cama, sin pausas, porque el espacio nunca debe “enfriarse”. “Lo vimos en México, en Centroamérica, en Asia. Está documentado. Y ahí es donde se produce lo que muchos se ponen en la piel, en la boca, en el cuerpo”, señala.

    “El riesgo ha escalado tanto que ya no hablamos solo de productos falsos, hablamos de crimen organizado, de salud pública, de vidas en juego”, sentencia. Y aunque estas acciones son costosas para las marcas porque el proceso judicial es largo y costoso,  “pagamos los abogados, el bodegaje, la destrucción. Y muchas veces los responsables desaparecen. Pero alguien tiene que proteger al consumidor”.

    Durante el lanzamiento de “Lo Falso Te Queda Mal” en Panamá, voceros de compañías como Chanel, P&G y autoridades locales presentaron la campaña que advierte sobre los riesgos de consumir falsificaciones y promueve la importancia del consumidor informado.

    El mercado digital

    El fenómeno de los “dupes” (productos de imitación promovidos como alternativas más baratas a los originales) ha trivializado la gravedad del asunto. Estos artículos, que comenzaron como cosméticos y perfumes, ahora incluyen desde suavizantes hasta cápsulas para lavar la ropa. Plataformas como TikTok y Temu han alimentado esta tendencia con comparativos que hacen ver los productos falsificados como versiones legítimas. “La gente ya no busca el original, busca su equivalente viral”.

    Esto ha transformado los mercados de falsificación en verdaderos ecosistemas paralelos, con rutas de distribución, centros de producción y hasta estructuras de marketing propias. “Hemos visitado mercados en Vietnam y Brasil donde basta mencionar la marca que deseas para que te lleven a un cuartito, te muestren un catálogo y te entreguen la réplica exacta con caja y certificado. Todo por una fracción del precio”, relata Mejía.

    El auge del e-commerce ha profundizado aún más el fenómeno. Se estima que el 40 % de los productos falsificados en el mundo se comercializa en línea, lo que dificulta su rastreo. Plataformas como Shopee, Facebook Marketplace y Amazon son constantemente monitoreadas por las marcas, en una lucha diaria contra la desinformación y el engaño. “Es como barrer el desierto, pero lo hacemos porque es la única manera de proteger al consumidor”.

    Mejía es enfática: “En muchos países las autoridades saben lo que pasa, pero no actúan. En algunos casos por falta de recursos; en otros, por corrupción. Pero también porque no sienten que es un problema real. Y eso es lo más grave”.

    Las campañas de educación que antes se dirigían a adultos hoy tienen un nuevo target: niños y jóvenes. “Son ellos quienes pueden generar el cambio en sus casas. Ya lo vimos con la piratería de películas. La conciencia vino de abajo hacia arriba”.

    El desafío ahora es cultural y profundo: desmontar la lógica del “parecido suficiente” y entender que lo falso no solo imita, también contamina, enferma y financia redes criminales. En un mundo donde el algoritmo premia la inmediatez y la viralidad, asumir una compra responsable es casi un acto de resistencia. Se trata de ir más allá del precio o del empaque; se trata de preguntarse qué historia hay detrás de lo que consumimos.

    Julie Mejía lo dice sin rodeos: “Esto no es una cruzada contra quien quiere verse bien; es una defensa del derecho a estar bien”. El mensaje que comenzó siendo una frase pegajosa en redes hoy es un llamado urgente a la conciencia. Porque lo falso —literalmente— ya no solo te queda mal: te puede hacer daño, te puede salir caro y puede hacer del mundo un lugar más peligroso para todos.


    Fotos de AFP y Aris Martínez

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