En el año 2008, cuando trabajaba en publicidad, Titi Hernández se encontró con una inesperada oportunidad: adquirir un negocio de plantas. Quince años después, lo que alguna vez fue un modesto vivero se ha convertido en algo más que una simple empresa: hoy representa una extensa familia compuesta por 120 empleados que comparten una pasión común: diseñar jardines con un sello de excelencia y calidad.
Titi siempre trabajó en publicidad, que había estudiando en la universidad, pero algo no la terminaba de convencer sobre esa carrera; ella se sentía destinada para una misión más grande, buscaba algo que la inspirara a crear.
Cuando Costa del Este empezaba a florecer, una amiga le propuso venderle su negocio ubicado en este barrio: el vivero Hiedra y Bambú. Titi vio una oportunidad para reinventarse y tomó el reto.
Aquella decisión marcaría un punto de inflexión en su vida, transformándola de manera irreversible.
Renunció a la publicitaria y se puso el sombrero de jardinera. Se llenó las manos de tierra y empezó a buscar clientes que creyeran en su visión. Pidió apoyo a sus familiares y emprendió la aventura. “Lo vi como un negocio y como una tienda, no como una compañía de paisajismo… fui a ferias, empecé a traer potes, crecí la tienda, la puse divina”, recuerda orgullosa. Al poco tiempo un proyecto llevó a otro y cuatro años después de vender plantas y hacer pequeños proyectos, recibió la llamada que cambiaría el trayecto de ese vivero a una empresa de paisajismo.
«Mi trabajo es dar amor a través de la naturaleza”.
— TITI HERNÁNDEZ
Del boceto a la realidad
La filosofía de Titi es hacer las cosas con amor… siempre ha creído en eso. “Fue un momento de transición en mi vida, porque yo estaba buscando algo que fuera propio para dedicarle toda mi energía, y lo tomé”, reflexiona.
Al poco de tiempo de empezar, una persona que había visto uno de los jardines que mantenía le propuso diseñar su patio en Altos del Golf. Esta primera clienta marcó el inicio de una carrera alucinante. Desde entonces, Hiedra y Bambú ha dejado su huella en más de 200 jardines que representan su visión, creatividad y amor por la naturaleza. Hoy, lo que comenzó como un simple vivero es mucho más que una empresa de paisajismo: es una familia compuesta por 120 colaboradores apasionados, que incluye jardineros, capataces, arquitectos, ingenieros y diseñadores. Todos trabajan bajo la filosofía de servir, entregados y apasionados en materializar excepcionales proyectos de paisajismo.
Su misión es sencilla: abrazar la sostenibilidad y devolver a la tierra todo lo que le ha dado. En su enfoque, sabe que trabajar en armonía con la naturaleza requiere humildad y energía positiva. La tierra puede ofrecer abundancia, pero también desafíos. Los tropiezos y fracasos son parte del camino, pero cree firmemente que cada experiencia, incluso los momentos difíciles, la hacen más fuerte y le inyectan esa vena trabajadora que heredó de su familia, que siempre ha tenido un espíritu emprendedor.
“Los fracasos en mi carrera los veo como aprendizajes. La humildad es clave en este proceso”.
Desde el boceto inicial hasta la realidad final, su proceso de diseño está imbuido de pasión y dedicación.
Comienza con la conexión única que establece con cada cliente y se desarrolla en su mente como un jardín lleno de colores vibrantes, de vida y de sueños hechos realidad. Luego, con meticulosidad, convierte esa visión en una realidad tangible que refleja los sueños y deseos de quienes confían su tierra en ella y su equipo.
“Estamos trabajando paralelamente en cinco jardines. El proyecto más grande son dos hectáreas en El Valle de Antón; ya empezamos la primera fase de cinco en total. Hay 18 en proceso de diseño y uno en Miami, Florida, ya listo para empezar a ejecutarse”.
El secreto del éxito
Titi no está segura de la cantidad exacta de jardines que ha creado. “Comencé por ofrecer servicios de mantenimiento como punto de partida para aprender, ya que había percibido el potencial, pero comprendí que para diseñar jardines tenía que empezar desde lo más básico: aprender a mantenerlos”, explica. Su observación meticulosa y obsesión por el orden y la arquitectura fueron los cimientos de su travesía en el mundo de la jardinería.
“Me di cuenta de que este campo era un vasto mundo de conocimientos y adquirí experiencia de manera empírica”. Los jardineros que trabajaban en el vivero le enseñaron de jardinería, lo que no se aprende en libros, y el conocimiento sobre las plantas lo adquirió a través del trabajo en campo, del estudio constante y siguiendo el instinto. “Es necesario tener un sexto sentido y que el cliente confíe en ti”, asegura, y recuerda el diseño de su primer jardín. “La primera persona que creyó en mí me dijo: ‘estas son las plantas que me gustan, a partir de aquí tienes luz verde para crear’. Así fue como me di cuenta de mi potencial y mi talento”, reflexiona mientras caminamos por ese jardín que 11 años después sigue generando emoción y orgullo a su creadora.
Hoy en día sigue siendo su cliente y le ha confiado varios jardines más, entre ellos el que llama “su proyecto más grande”. “Cuando un cliente te percibe como un artista en lugar de un simple proveedor de servicios, es cuando se produce la magia”, asegura.
Un compromiso con la naturaleza
La vida y carrera de Titi Hernández nos inspiran a reflexionar sobre la posibilidad de unir la creatividad humana con el respeto a la naturaleza. Su pasión por el diseño de jardines atemporales nos muestra que la belleza y la sostenibilidad pueden coexistir en perfecta armonía. A lo largo de su trayectoria, ha demostrado que la verdadera magia emerge cuando se forja una conexión profunda con la naturaleza y se trabaja en estrecha colaboración con los clientes.
Cuando se trata de seleccionar un proyecto, surgen varios requisitos: la conexión con el cliente, la libertad creativa y el compromiso. Una vez que estos elementos están en su lugar, Titi se sumerge en un proceso creativo para dar vida a sus ideas. Ella crea espacios vivos que perduran en el tiempo. Además, su firme compromiso con la sostenibilidad, ejemplificado en proyectos como Islas Secas, demuestra que es posible crear belleza sin dañar el mundo que nos rodea.
Su filosofía no se limita al diseño de jardines; es un compromiso con la madre tierra. Cuidar y nutrir sus jardines es un acto de amor, y su disposición a permitir que crezcan por sí mismos revela una admirable humildad y perseverancia.
Ella nos recuerda que ningún jardín permanece estático y perfecto, ya que la naturaleza no puede ser completamente controlada. Sin embargo, esta es la esencia de su trabajo: aprender a moldear la naturaleza para que siga siendo exuberante y tropical, pero con una apariencia controlada y escultural.
Una vez que un jardín ha sido creado, se convierte en parte de ella y su equipo. Lo compara con el amor de una madre por su hijo, y aunque le apasiona cuidar de sus jardines, también ha aprendido valiosas lecciones al entregar jardines que no puede mantener. Reconoce la importancia de soltarlos y confiar en que podrán florecer sin su cuidado.
A sus 45 años de edad, Titi puede mirar con satisfacción los 15 años de liderar una empresa responsable, con una filosofía arraigada en servir tanto al prójimo como a la naturaleza. Su camino hasta aquí ha sido una prueba de que nada llega fácil ni gratis; ha trabajado arduamente para lograr el éxito, siempre con humildad y perseverancia. Su legado en el paisajismo no sólo se refleja en jardines hermosos y sostenibles, sino también en un compromiso profundo con la madre tierra y la armonía entre la naturaleza y la creatividad humana.
“Ha sido un año de reflexión y mucha gratitud, porque los logros que he tenido junto a mi equipo han sido gracias a tantas circunstancias y seres humanos que nos han apoyado en el camino. siento que abrimos el camino para una nueva generación que ve en nosotros el ejemplo de que es posible trabajar en armonía con la naturaleza y devolverle lo que nos regala”.
Fotos SUSANA ARAMBURÚ | Lugar SU PRIMER JARDÍN, EN ALTOS DEL GOLF, PANAMÁ