miércoles, diciembre 10, 2025

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    Cuando la bahía se convierte en cancha

    La Panama International Regatta 2026 convertirá la bahía capitalina en un escenario deportivo visible y vibrante. Un evento diseñado para que la ciudad vea su propio potencial náutico y para posicionar a Panamá como un nuevo punto de referencia en la vela ligera regional.

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    La Ciudad de Panamá pasó demasiado tiempo viendo su bahía como un paisaje, no como un espacio vivo. El horizonte siempre estuvo ahí —los barcos en tránsito, la línea de edificios, la brisa que cruza Punta Pacífica—, pero el agua era un telón de fondo, no un escenario. Eso está cambiando. En febrero de 2026, la Panama International Regatta (PIR) celebrará su cuarta edición y volverá a hacer lo que hoy parece inevitable: convertir la bahía en una cancha deportiva a cielo abierto, visible para cualquiera que camine frente al mar.

    El motor de esta transformación es Guillermo Gasperi, fundador de Sea Masters Academy Panama. Su escuela —la primera formal de vela ligera en el país— es el epicentro de un proyecto que empezó casi como un acto de fe: instalar una cultura náutica donde no existía. Después de años de insistencia, estructura y crecimiento, el resultado está frente a nosotros: una regata internacional consolidada, una flota en expansión y una ciudad que, por fin, empieza a mirar el agua con otros ojos.

    La PIR 2026 se realizará del 2 al 8 de febrero, con talleres, actividades sociales y la regata principal entre el 6 y el 8 de febrero, desde su base oficial en Ocean Reef Islands Marina. Las clases inscritas incluyen Optimist, ILCA 4, ILCA 6, RS Quest y el debut del RS Aero 7, todas embarcaciones ágiles, modernas y diseñadas para competir en formato one-design. Es una mezcla que apunta a un objetivo claro: atraer flotas juveniles, equipos internacionales y navegantes que buscan condiciones de viento sólidas durante el invierno boreal.

    Pero lo que Gasperi quiere no es solo una competencia bien organizada. Lo que desea es que la ciudad la vea. La bahía frente a Punta Pacífica es un escenario natural, pero para la mayoría de los capitalinos sigue siendo territorio desconocido. Gasperi lo explica sin adornos: “El viento está. El problema es la ciudad, que lo bloquea. Sales un poco afuera y encuentras 14, 16 nudos estables”. Esa afirmación desmonta un mito instalado durante décadas: que la capital “no tiene viento”. En realidad lo tiene, y en febrero lo ofrece de manera continua y predecible, justo lo que buscan navegantes de calibre internacional.

    La regata transforma la bahía en una pista urbana donde el viento, la ciudad y más de 30 veleros crean un espectáculo difícil de ignorar.

    La edición pasada lo comprobó. El viento noreste entró con firmeza y dejó jornadas memorables: rachas superiores a 16 nudos, agua relativamente clara —algo que sorprende incluso a los propios panameños— y un skyline que se vuelve parte del recorrido. Esa postal natural es una de las ventajas competitivas del evento y la razón por la cual equipos de Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Colombia y otras delegaciones regionales ven a Panamá como una parada ideal a inicios de año.

    El recorrido del domingo es la pieza central y el corazón del espectáculo. Ese día, los Optimist salen desde Ocean Reef hacia la cinta costera 3, toman referencia visual en el Biomuseo y regresan. Los ILCA, Quest y Aero extienden su ruta: recorren la costa de Amador, pasan por la zona de cruceros y navegan una milla mar afuera antes de regresar hacia el skyline. No hay que ser experto para entender lo que eso significa: un corredor visual que atraviesa los puntos más reconocibles de la ciudad.

    Gasperi quiere convertir ese momento en una tradición urbana. Que el corredor que trota en la cinta, la familia que pasea en bicicleta o el turista que mira el horizonte se encuentren con una flota de veleros avanzando frente a la costa, limpia, visible y perfectamente integrada a la vida de la ciudad. Lo describe como “un desfile náutico”, y tiene razón: es una experiencia estética, no solo deportiva.

    El domingo se vuelve postal: Optimist, ILCA y Aero desfilan frente al ‘skyline’, acercando por primera vez la vela al público capitalino. 

    El cambio de sede a Ocean Reef Islands Marina fue clave para lograrlo. Shelter Bay, donde se iniciaron las primeras ediciones, era un sitio excelente para navegar, pero no óptimo para conectar con la ciudad. Ocean Reef, en cambio, está a minutos de la vida urbana, con infraestructura de primer nivel y una integración visual que convierte la competencia en un evento ciudadano.

    La regata ha crecido rápido. De ocho barcos en la primera edición pasaron a 12, luego a 26, y ahora aspiran a superar los 35. Para un país sin tradición en vela ligera ese salto es significativo. Pero más importante aún es el hecho de que más de la mitad de los competidores ya son extranjeros, un indicador claro de que Panamá empieza a ser destino, no solo sede.

    El proyecto que cambió la narrativa náutica

    Nada de esto sería posible sin la estructura que construyó Sea Masters Academy Panama. Cuando Gasperi regresó al país, la vela ligera simplemente no existía. Había navegación de crucero, sí, y cultura marina ligada al Canal, pero no una cantera de Optimist ni ILCA, ni un programa formativo organizado. Él empezó con seis Optimist en 2019; hoy la academia cuenta con una flota sólida de Optimist, RS Quest, ILCA y RS Aero, entrenadores certificados y un programa educativo que va desde iniciación hasta competencia.

    Es esa base —y no solo el evento anual— lo que explica por qué la PIR tiene futuro real. La academia forma navegantes, genera continuidad, estructura torneos internos, integra a los clubes y posiciona la vela como un deporte accesible y aspiracional en un país donde, hasta hace diez años, esta disciplina era invisible.

    El futuro que Gasperi imagina es claro: una Panama Sailing Week que combine cursos internacionales, regatas por clases, charlas técnicas, actividades sociales y un calendario que conviertan a Panamá en un punto estratégico del circuito regional. Aunque lo presenta con prudencia, reconoce que la ciudad tiene un potencial que otras sedes del Caribe ya quisieran: conectividad aérea, infraestructura hotelera, un waterfront legendario y condiciones de viento ideales en invierno.

    El paso siguiente —sin exageración y sin promesas huecas— sería atraer eventos de mayor escala, desde campeonatos continentales de clases olímpicas hasta circuitos de alto perfil como SailGP. No porque Panamá esté lista hoy, sino porque está construyendo el ecosistema que lo haría posible: flota, escuela, continuidad y un evento internacional que ya muestra crecimiento sostenido.

    La Panama International Regatta 2026 será otro punto de inflexión. No por la cantidad de barcos ni por la logística, sino por lo que representa: una ciudad que empieza a usar su bahía, una escuela que construye cultura y un evento que deja de ser promesa para convertirse en tradición. Cuando los primeros barcos crucen frente a Punta Pacífica y el skyline se recorte detrás de ellos, Panamá tendrá, una vez más, su cancha frente a los ojos. Cada vez más visible. Cada vez más difícil de ignorar. 


    Fotos cortesía

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