Cartier volvió a demostrar que sabe transformar un lanzamiento en una experiencia sensorial completa. La Maison eligió Ciudad de Panamá para celebrar la evolución de La Panthère, su fragancia más icónica, en un evento que combinó creatividad, contemplación y un refinamiento sin exageraciones. Un gesto calculado: Panamá se consolida como un punto estratégico para el lujo en la región, y Cartier entiende que la presencia debe sentirse, no proclamarse.
El día comenzó con un brunch íntimo para prensa e influenciadores en Mai Mai, donde los asistentes participaron en un taller de origami dirigido por el artista Jesús Avendaño-Kirisus. Más que una actividad decorativa, funcionó como metáfora del universo creativo de Cartier: precisión, observación, paciencia. Una forma distinta de entrar en el espíritu de La Panthère, una fragancia que desde su origen en 2014 se ha definido por su carácter híbrido entre lo felino y lo floral. Como explica la Maison, fue creada para “atreverse a reinterpretar el mítico chipre al combinarlo con un acorde floral felino inédito”.
Por la noche, el evento tomó otra dimensión. Los clientes VIP fueron recibidos con un cóctel acompañado de un DJ set vibrante, antes de una presentación de la artista panameña Ida Mari, quien tradujo en música “la fuerza indomable de la Panthère” . El relato fue claro: Cartier no solo lanza una fragancia; construye atmósferas donde su identidad late con nitidez.
El foco olfativo del encuentro fue La Panthère Elixir, la nueva variación que Mathilde Laurent, perfumista de la Maison, concibió como una inmersión en la calidez del animal. “Refugiarse en el pelaje suave y embriagador de un felino y entregarse a la calidez del almizcle leonado combinado con un jazmín aterciopelado” es la sensación que buscó recrear .
Laurent sostiene una visión contemporánea de la perfumería, donde naturalidad y fuerza pueden convivir. De ahí que destaque que “toda mujer posee una faceta femenina y toda flor alberga en su corazón notas animales” . En esta versión, las inflexiones de lirio, ámbar y jazmín intensifican la firma original y subrayan su dualidad: suavidad y riesgo, luz y sombra.
La relación entre Cartier y la pantera tampoco es un recurso oportunista. “Es el emblema de Cartier desde 1914”, recuerda la Maison, cuando apareció por primera vez en un reloj decorado con manchas; una historia que Jeanne Toussaint, directora creativa desde 1933, convirtió en símbolo tridimensional en 1948 .
Una evolución estética responsable
El evento también sirvió para presentar el rediseño del frasco, un gesto que va más allá de la estética. Cartier redujo el peso del cristal en 50 % y el plástico de la tapa en 70 %, reemplazándolo por aluminio reciclable en un 94 %. El objetivo es directo: “reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”, algo que se logra en un 48 % comparando el nuevo frasco de 100 ml con tres frascos antiguos de 100 ml .
La pieza sigue siendo un objeto escultórico: la cabeza tallada desde el interior, las líneas suavizadas y un diseño más orgánico que refuerza el lazo con la joyería felina de la Maison. Como detalla Cartier, estas líneas curvas revelan “un diseño más orgánico y primitivo” que fortalece ese vínculo . Es una actualización que conserva la esencia, pero abandona lo superfluo.
Lo celebrado en Mai Mai no fue solo una fragancia, sino un posicionamiento: Cartier sigue siendo una Maison que entiende el lujo desde la coherencia. Creatividad, artesanía, sostenibilidad y símbolo se alinean en un producto cuya narrativa no necesita decibeles altos. Panamá, por su parte, se consolida como escenario para estas historias. Y en la noche felina de Cartier, esa conversación quedó marcada con claridad.
Fotos cortesía de Cartier
