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    El BAP de Panamá: Una década al rescate de alimentos

    Una noticia, una comunidad de fieles y una idea innovadora han logrado un proyecto que ya lleva diez años aportando a la sociedad panameña: el Banco de Alimentos de Panamá, que en la actualidad colabora con 150 empresas y con 400 organizaciones para la distribución efectiva de los alimentos rescatados.

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    Fotos cortesía de BAP

     

    Hace diez años, el párroco Miguel Ángel Ciaurriz leyó que, en Panamá, 400 mil personas vivían con hambre y que además, en todo el mundo, se desperdicia el doble de los alimentos necesarios para alimentar a quienes no tienen qué comer. Compartió esta preocupación con sus feligreses de la parroquia San Lucas, en Costa del Este, entre los que había varios empresarios, para pensar en alguna acción.

    Así encontraron una entidad que ya estaba operativa en múltiples países: los bancos de alimentos, instituciones sin ánimo de lucro cuya labor consiste en rescatar alimentos excedentes que de otra manera serían desperdiciados, para luego ser distribuidos entre aquellos que más los necesitan. Quedaron sorprendidos al descubrir que Panamá era de los pocos países que no tenía uno.

    El primer banco de alimentos nació en Phoenix, Arizona, Estados Unidos, en la década de 1960, bajo la visión de John Van Hengel. Mientras él era voluntario de un comedor de beneficencia y se encargaba de recolectar y transportar los alimentos, conoció a una madre que daba de comer a sus varios hijos gracias a recoger comida que los almacenes desechaban, pero que estaban en buen estado.

    “Comida que se desechaba en buen estado”. Esas palabras debieron resonar en Van Hengel, que vio la posibilidad de sumar más alimentos para el comedor y pensó que, si tal práctica era muy común entre las tiendas, quizás se podría hacer algo para aprovecharlo a mayor escala. Así lo hizo, pero, además, con estándares de calidad para asegurar el manejo de los alimentos. Las empresas vieron en estos bancos el beneficio de reducir costos (deshacerse de alimentos cuesta dinero) y a la vez recibir exenciones de impuestos por ayudar a organizaciones benéficas.

    Hoy, los bancos de alimentos son también reconocidos por el papel que han tenido en situaciones de crisis humanitaria, como la pandemia por la Covid-19, y por ayudar a mitigar el impacto ambiental que ocasiona la mala disposición de toneladas de desechos.

    El 15 de octubre de 2014 marcó el inicio de la Fundación Banco de Alimentos de Panamá, más conocida entre sus voluntarios y colaboradores como el BAP. Su creación contó con el respaldo de 15 socios fundadores que aportaron un capital semilla. En la actualidad, colabora con aproximadamente 150 empresas y con 400 organizaciones aliadas para la distribución efectiva de los alimentos rescatados.

    Durante 2023 entregaron 1 millón 522,783 kilos de alimentos a organizaciones beneficiarias, lo que permitió servir al menos 1 millón de platos de comida a comunidades en situación de vulnerabilidad.

    Según el índice de desperdicios de alimentos 2024, que lleva a cabo el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, en 2022, el mundo desperdició 1,050 millones de toneladas de alimentos. Esto supone una quinta parte (19 %) de los alimentos disponibles para los consumidores, un desperdicio procedente tanto del comercio minorista como de los hogares y los proveedores de servicios alimentarios.

    El BAP de Panamá
    La bodega del Banco de Alimentos de Panamá se encuentra en el sector de Las Mañanitas, en Panamá Este. Ocupa tres espacios de 400 metros. En la entrada se puede leer, bajo una placa acrílica transparente: miembro certificado de The Global FoodBanking Network, organización hija de las fundadas por Jonh Van Hengel.

    El BAP obtuvo la certificación en su segundo año. Ha sido una de las organizaciones más jóvenes en lograrlo. Para tener ese visto bueno es necesario cumplir con varios requisitos.

    A simple vista, sus bodegas son iguales a las de cualquier gran distribuidora de alimentos. Todos los alimentos que entran al BAP son primero revisados para constatar su estado y fecha de expiración. Esas fechas de caducidad se colocan en grandes etiquetas. Tener ese dato claro y a la vista es muy importante, cuenta Eduardo Sands, jefe de depósitos del banco.

    Los alimentos ya revisados son pesados. De todo ese trabajo se encargan los voluntarios. Cuentan con entre 20 y 25 personas en los turnos de mañana y tarde. El trabajo de los voluntarios es un pilar de los bancos de alimentos alrededor del mundo.

    El BAP se ha beneficiado del auge del voluntariado en Panamá, tanto en las empresas como en el ámbito académico. En las universidades es un requisito cumplir con horas de trabajo social para obtener un diploma.

    Los alimentos ya revisados son pesados. De todo ese trabajo se encargan los voluntarios. Cuentan con entre 20 y 25 personas en los turnos de mañana y tarde. El trabajo de los voluntarios es un pilar de los bancos de alimentos alrededor del mundo.

    Los productos, una vez clasificados, ingresan a un sistema de datos. Una de las fortalezas de esta institución es su capacidad de trazabilidad, que les permite saber de dónde vienen los productos y cuál es su destino final.

    Todas las mañanas hacen un reporte de los productos que están próximos a vencer. Cuando hay un producto muy próximo a su expiración, contactan directamente con las organizaciones para que lo busquen directamente. El banco de alimentos lleva la comida en sus propios camiones, en rutas muy planificadas, por casi todo el país, a organizaciones que son las que se encargan de distribuirla a las personas. Esto también evita tener filas de personas esperando afuera por los alimentos.

    El banco tiene dos grandes proyectos. Uno es Desayunos felices, que incluye productos como leche y avena para comedores infantiles en distintas partes del país, incluidas Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas. El otro es de bolsas de comida, Nutriendo vidas, que nació después de la pandemia. Por esas bolsas cobran un porcentaje, alrededor de 15 %, que permite pagar costos operativos. Esto quiere decir que si el monto es por 100 dólares, la organización paga 15 dólares.

    Cada miércoles envían por correo a la lista de las organizaciones inscritas en el banco lo que hay disponible en el inventario, para que estas puedan hacer sus pedidos. Estas organizaciones receptoras deben estar formalizadas legalmente y contar con un programa alimentario en marcha. También aportan voluntarios al BAP al menos una vez al mes. Si una persona natural o un particular se acerca al BAP, probablemente se le refiera a una organización cercana para que pueda allá recibir los alimentos. El banco cuenta con una trabajadora social que evalúa los casos.

    El 15 de octubre de 2014 marcó el inicio de la Fundación Banco de Alimentos de Panamá. Durante 2023 entregaron 1 millón 522,783 kilos de alimentos a organizaciones beneficiarias, lo que permitió servir al menos 1 millón de platos de comida a comunidades en situación de vulnerabilidad.

    La pastora Marlia De Flores, del Hogar de la Medalla Milagrosa, es beneficiaria del BAP desde 2019. Durante la pandemia, cuenta, el banco continuó entregándoles suministros sin interrupciones, que aseguró que los niños y las familias más necesitadas recibieran alimentos. La organización de De Flores tiene un comedor que los sábados abre de 11:00 a.m. a 1:00 p.m. Allí atienden, sobre todo, a niños. Su organización distribuye bolsas de alimentos en áreas como San Juan de Pacora, comunidad donde se ubican, y también en otros lugares del país.

    Ana Isabel Méndez, gerente general del Banco de Alimentos de Panamá, atribuye su éxito a la calidad puesta en el manejo de toda la operación, tal como si fuera una empresa.

    La clave del éxito: Los procesos
    Ana Isabel Méndez, gerente general del Banco de Alimentos de Panamá, atribuye su éxito a la calidad puesta en el manejo de toda la operación, tal como si fuera una empresa. Cuentan con procesos y perfiles de puestos muy definidos. Puedo verlo en Maruquel Alvarado, la asistente del voluntariado, quien me acompañó a recorrer las bodegas del BAP, pero no antes sin pedirme que viera dos videos sobre cómo funciona. Ese video deben verlo los voluntarios que asisten por primera vez. Maruquel también llegó como estudiante voluntaria, y sus estudios en logística y su desempeño le permitieron ser reclutada por el BAP.

    En 2014 se aprobó la Ley No. 37 de 2 de diciembre, que establece el régimen especial para las donaciones de alimentos, regula los bancos de alimentos y define la participación y responsabilidades de los donantes.

    Pero, donantes no es una palabra que ellos usan cuando se refieren a quienes dan alimentos. Prefieren rescatistas. La directora del BAP explica que cuando van a las empresas no piden donaciones de alimentos, sino que ven los desafíos que tiene la compañía con sus productos excedentes. “Nosotros somos una solución para evitar que esos productos vayan al vertedero”, agrega.

    Méndez, como feligresa de la parroquia San Lucas, estuvo involucrada con el BAP desde sus inicios, pero no al frente. Sin embargo, conocía a la primera directora e incluso una vez llegó a decirle: “Tienes el trabajo ideal: alimentas a otros y te pagan por ello”.

    En 2015, tras dejar su empleo en el sector bancario, Ana Isabel estaba segura de que necesitaba un cambio profesional. Fue entonces cuando la directora del BAP le ofreció el puesto que ella estaba por dejar. Aunque inicialmente dudó debido a su falta de experiencia en alimentos y logística, sabía que era capaz de aprender. En un mes asumió la operación del banco y ahora maneja aspectos como flotas y cadena de frío, gracias también a la intensa capacitación proporcionada por la red internacional de bancos de alimentos.

    El crecimiento del BAP también se debe al ingenio de diversas personas. Entre los anaqueles de las bodegas hay distintos productos: avena, latas de tomate, palomitas de maíz, malta, galletas de soda, latas de sopa, leche en lata, pero me llamó la atención varios fardos de 5 kilos de pasta corta. Estos fardos tienen una historia. Hace un par de años uno de los colaboradores del BAP retiraba productos en un lugar donde fabricaban pasta. Le llamó la atención que la máquina la cortaba de tal manera que quedaba un sobrante que no era aprovechado, según averiguó. Cuando regresó al BAP, contó lo que había visto y después de un tiempo la compañía empezó a donar esos fardos de pasta corta.

    “Según el índice de desperdicios de alimentos 2024, que lleva a cabo el programa mundial de alimentos de las Naciones Unidas, en 2022, el mundo desperdició 1,050 millones de toneladas de alimentos”.

    Virginia Matos es CEO de Grupo Tzanetatos, empresa que también rescata alimentos para el BAP. Matos conocía las experiencias de bancos de alimentos en Guatemala y Ecuador. Tzanetatos empezó esta colaboración en 2022. Mensualmente entrega una cantidad de productos que tienen fecha de caducidad próxima de entre 30 y 45 días. Hay una persona en la compañía encargada.

    Agrega que la colaboración con el BAP se alinea con el objetivo que tienen sobre el cuidado del medio ambiente, al contribuir a un mejor manejo de los desechos. Para ella, uno de los beneficios más importantes que ofrece el trabajo con el banco de alimentos es la transparencia con los informes de trazabilidad que permiten verificar el destino de los alimentos.

    Las empresas rescatistas de alimentos reciben un informe de trazabilidad de manera que saben a dónde va su producto, que es bien manejado y que no va a pasar a revenderse. Además, obtienen un recibo deducible de impuestos.

    Sostener la operación del banco de alimentos requiere del apoyo de múltiples actores. Tienen un programa de padrinos y con frecuencia realizan actividades para recaudar fondos o alimentos entre el público. Otra manera en la que invitan a las personas a donar es a través de seguir las redes sociales del BAP y compartir lo que hacen. Para ser voluntario en las bodegas, en su página web están las indicaciones de cómo inscribirse.

    www.banalimentospty.com

    El BAP se ha beneficiado del auge del voluntariado en Panamá, tanto en las empresas como en el ámbito académico. En las universidades es un requisito cumplir con horas de trabajo social para obtener un diploma.

    Pandemia: Evolución ante el desafío
    Antes de la pandemia, muchas de las organizaciones que recibían las donaciones iban a buscarlas a las bodegas del banco de alimentos. Con las restricciones de salida y movilidad durante la crisis eso dejó de ser una opción. El BAP optó por organizar un sistema de entregas.

    Así lograron llevar, durante 15 meses, alimentos a 30 mil personas. Luego, ese proyecto pasó a llamarse Nutriendo Vidas.

    Pronto vieron que este sistema era mejor y también facilitaba el acopio para organizaciones muy pequeñas que no disponían de grandes carros para transportar. Hoy cuentan con una pequeña flota de camiones que se encargan de hacer las distintas rutas.

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